Capítulo 2

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4 de Enero – 02:00 AM

Liyue – Restaurante Fen

La fiesta de cumpleaños de Zhongli se convirtió en un gran evento con una lista casi ilimitada de invitados. Por supuesto, fue pagada por sus amigos y socios. Entre ellos, Tartaglia, quien estaba sentado en la mesa principal del restaurante, junto al homenajeado, Venti y Aria.

Había comida por todas partes y las múltiples conversaciones, de elevados y juerguistas tonos debido al alcohol, colmaban el ambiente, así como el espíritu de celebración y diversión en exceso.

Venti, por supuesto, ya había bebido de más, así que su mejor amiga, Aria, lo vigilaba como solía acostumbrar en Mondstadt. Ella intentaba que no hiciera nada ridículo, pero a veces era difícil detenerlo.

-Venti: ¡debéis... escuchar... esta canción también! –tartamudeaba, presto a subirse a la mesa para tocar, por vigésima vez aquella noche, la misma canción. Sus delicados zapatos ya tocaban el borde del mueble.

Aria tomaba los hombros de su amigo para que no se fuera muy lejos.

-Aria: ¡te vas a acabar haciendo daño, Venti! –decía, asustada. Pero agradecía tener un vestido corto y de vuelo, que le permitiera moverse con libertad para poder hacer toda clase de llaves a su alocado amigo.

-Tartaglia: ha debido beber media bodega de Liyue –reía con una copa de vino en su mano derecha. Su uniforme jamás cambiaba en su apariencia, salvo por otros del mismo estilo. La parte de arriba del mismo, dejaba ver parte de su cuerpo, lo que atraía más de una mirada. Además, justo en aquel sensual lugar, había colocado su Visión Hydro, cuyo profundo azul conjuntaba con sus ojos, del mismo color.

Eran ya altas horas de la noche, y Zhongli, al ver a Aria siendo superada por la situación, tuvo que intervenir y tomó, por su cuenta, a Venti. Dada su gran altura, no fue difícil tomar en brazos a aquel niño en apariencia y tamaño. Sólo de ese modo pudo Aria evitar que se subiera finalmente a la mesa.

-Zhongli: ha sido una velada maravillosa –sus ojos de color ámbar mostraban sosiego, mientras el bardo se removía continuamente entre sus fuertes brazos-, pero creo que ya debería concluir este evento –anunció, elegante.

El undécimo de los Once vio el rostro fatigado de su pareja y respondió:

-Tartaglia: tienes razón –bebió un último sorbo de vino y dejó la copa en la mesa.

Entonces, dio unas palmadas para notificar a los camareros el final de la cena. Estos se desplegaron por toda la amplia sala para ayudar a varios borrachos a llegar hasta la entrada. Después llamarían a sus familiares para que los recogieran.

-Tartaglia: hoy Venti y tú os quedaréis en mi casa, ¿verdad? No podrás llevarlo hasta Mondstadt en ese estado –sonreía con aquella picaresca que siempre lo caracterizaba.

***

Aria

4 de Enero – 02:42 AM

Liyue – Casa de Tartaglia

Tras la cena, Tartaglia llevó a cuestas a Venti y lo dejó en una de las tantas habitaciones que su lujoso piso en Liyue poseía.

-Aria: gracias –sonreía. Su cabello se había despeinado un ápice tras los forcejeos con su amigo. Se había peinado a sí misma y no era nada elaborado, pero aquellos rizos se veían igual de elegantes que su turquesa vestido -. Pesa más de lo que parece.

-Tartaglia: lo que sea por mi chica –guiñó un ojo, tras cerrar la puerta de la que iba a ser, por aquella noche, la habitación del bardo.

Unas familiares explosiones llamaron la atención de la pareja. Eran fuegos artificiales, realizados desde una montaña cercana a la ciudad por otro de los amigos de Zhongli. Los llamativos colores tiñeron el interior del salón en el que se encontraban. No tardaron en salir al balcón para disfrutar la hermosa vista que la fugacidad del fuego les ofrecía.

Pegada a la barandilla, Aria se maravilló. Sus ojos quedaron hipnotizados por el espectáculo, mientras, sin percatarse de ello, su novio contemplaba una visión que consideró de mayor belleza: ella misma. Aria siempre se veía hermosa para Tartaglia, pero debía admitir que con aquel vestido de cóctel, se estaba volviendo loco. No era soberbio, pero aportaba más dulzura a aquellas cándidas facciones que su novia exhibía.

Hoy hacía un año desde que se había declarado, pero había observado a aquella comerciante de Mondstadt desde hacía mucho más tiempo. Era intermediaria entre ambas ciudades y había conseguido unas rutas más rápidas y seguras para los mayoristas, especialmente los relativos al sector de la floristería. Por supuesto, no ganaba tanto dinero como él, un alto cargo de los Fatui. Pero ella había sabido labrarse también unos buenos ingresos con su ingenio y olfato para los negocios.

Fue amor a primera vista. Se quedó prendado de ella al escucharla hablar en una reunión comercial que tuvo con Zhongli, para la funeraria en la que trabajaba. Aria tenía algo especial. No sabía explicarlo del todo, pero era la joya más preciada de aquellas tierras. Así lo creía.

Sin que su chica se percatara tampoco de ello, la tomó de la cintura y se pegó a ella para vivir aún más intensamente aquel romántico momento. Desde aquel balcón, se podían vislumbrar las explosiones de color sobre todo el puerto de Liyue. Tenía la altura justa para ser un placer para la vista.

Tras unos minutos, los fuegos artificiales cesaron. Su belleza fue tan grande como su fugacidad.

-Aria: es una pena que terminara –suspiró, apenada.

Tartaglia se llevó la mano al bolsillo y le mostró un pequeño estuche de aspecto ostentoso.

-Tartaglia: ábrelo, es para ti.

Aria al instante se sintió mal porque sabía que aquello se debía a su primer año, ocasión para la que ella no había preparado nada. Aún así, por supuesto que también sintió ilusión por aquel obsequio. Tenía unas ganas enormes de saber qué era.

-Aria: ¿una pulsera?

Era una pulsera creada por un artesano de Liyue, quien utilizó esmeraldas de gran calidad para representar la admiración que Tartaglia sentía por el color de ojos de su novia. Incluso sin llevar un solo gramo de maquillaje nunca (ni siquiera para aquel evento), le resultaban enormes y magnéticos.

Tras mostrarlo, satisfecho, Tartaglia tomó aquel obsequio con sus enguantadas manos, y se la colocó, delicadamente, en la muñeca. Después, aprovechó para besar su mano. Aria se sonrojó.

-Tartaglia: en realidad, lo que me encantaría sería besarte en esos labios... -confesó, con intensa y penetrante mirada que pareció superar a la joven. Ésta incluso dio un brinco por el nerviosismo que sufrió ante aquel romántico deseo-. Pero sé que aún no estás preparada.

-Aria: lo siento, Tartaglia –bajó la mirada, avergonzada-. No sé por qué soy tan fría contigo. Debería poder... ya sabes...

Él guardó la caja de nuevo en el bolsillo para que su novia no tuviera que cargarla.

-Tartaglia: intentaré ser paciente –sonreía, comprensivo. Era la primera vez que una mujer era tan recelosa con el contacto físico, pero quería pensar que lo bueno se hacía esperar.

-Aria: ¿intentarás? –se le escapó una risa nerviosa.

Se dio unos segundos para volverla a contemplar, como si se tratara de una obra de arte. El echarpe rojo que estaba cosido a su hombro y que destacaba en su gris ropaje, danzaba con la brisa nocturna.

-Tartaglia: hoy estás preciosa –susurró, sin haber dejado de tomar su mano en ningún momento-. Agradece que pueda contenerme –rió también.

El Pecado del Alquimista [+18] (Genshin Impact)Where stories live. Discover now