Capítulo 30

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Sacarosa

21 de Marzo – 18:11 PM

Mondstadt – Piso de Sacarosa

Mi hogar era humilde, pero no podía quejarme. Tenía todo lo que necesitaba, incluso un pequeño laboratorio en exclusiva donde podía dar rienda suelta a mi creatividad. Desde la entrada, que tenía acceso directo a la calle, se podía ver la mayor parte de las distintas estancias. El baño era lo único que poseía una puerta, lo demás (cocina, habitación, laboratorio y comedor) estaba en el mismo lugar, sin división alguna.

Era sumamente satisfactorio que aquél que tantos sueños húmedos me había provocado en aquella cama de rosadas mantas, estuviera al fin, en cuerpo presente, en mi territorio. Y no sólo en mi mente. Lo había deseado tanto... Había fantaseado con cada centímetro de su cuerpo. Y ahora podía traerlo allí cuanto y como quisiera.

Albedo era mi novio, y me encantaba recordármelo. No obstante, hoy no había sido precisamente un buen día. Su maldita hermana había hecho acto de presencia y me había pillado con la guardia baja.

-Sacarosa: ¡tuve que decirles yo que se fueran! –grité, empujándolo contra una silla y obligándolo a tomar asiento-. ¡¿Acaso no podías decirle a tu hermanita que estábamos ocupados?!

Él, cabizbajo, trató de recolocarse de mejor forma en aquella silla de madera. El golpe casi lo hace caer de espaldas, pero pudo mantener el equilibrio de las cuatro patas y volver a estabilizarlas sobre el suelo.

-Albedo: si quieres que aparentemos normalidad como pareja, gritarles que se marchen no es la mejor opción –siempre me ocultaba aquellos hermosos ojos azules. Miraba a otra parte, buscando quién sabe qué. Su tono era ligeramente melancólico.

"¿Precisamente tú me vas a dar lecciones sobre cómo socializar?", pensé y levanté una ceja, molesta por su constante mala actitud.

-Sacarosa: ¿incluso tengo que soportar ver cómo se te cae el mundo cuando esa zorra se va? –inquirí, frustrada por sus escasos esfuerzos. Sentí cómo mis gafas se deslizaban por mi nariz, así que volví a ponerlas en su sitio. Lo mismo tendría que hacer con mi novio-. Ni siquiera has vuelto a pronunciar una sola palabra en todo el día.

Él, como de costumbre, no supo qué decir. Al fin y al cabo, no tenía excusa.

Me encorvé hacia la silla donde estaba y susurré algo en su oído:

-Sacarosa: voy a tener que castigarte de verdad, Albedo –ya no era siquiera una amenaza, sólo le informaba acerca de lo que iba a ocurrir en breve.

Derrotado y sumiso, el genio alquimista miró hacia la cama y se dispuso a levantarse para cumplir con su deber. No obstante, yo lo detuve en el asiento con una de mis manos.

-Sacarosa: será mejor que te quedes quieto –ordené, clara y concisa.

Me dirigí al rincón donde estaba mi laboratorio y rebusqué entre los cajones. No me costó encontrar lo que buscaba, y Albedo no tardó en identificar mis intenciones cuando saqué "aquello" de entre mis pertenencias.

Ante la imagen de aquella cuerda, el joven rubio tragó saliva y comenzó a ponerse nervioso. Al fin me miraba como debía. De hecho, no perdió detalle de cada uno de mis pasos, acercándome a él con mirada decidida. Su mirada era la de un cervatillo siendo acechado por una peligrosa amenaza, y no se equivocaba.

Llevé sus brazos detrás del respaldo de la silla y, tras varias vueltas, até sus muñecas. Pero aquello no acababa ahí. Me agaché y comencé a atar también su tobillo a una de las patas.

El Pecado del Alquimista [+18] (Genshin Impact)Where stories live. Discover now