Capítulo 52

56.6K 4.3K 6.2K
                                    

La nieve continúa esparciéndose por Bittersweet, molestando a los ciudadanos que desean avanzar entre desolados caminos.

A finales de enero, cuando cada habitante gastó hasta su último centavo en las festividades navideñas, son pocos quienes deciden abandonar la calidez del hogar voluntariamente. Una abrumante mayoría se ve arrastrada por rutinas asfixiantes, anhelando escapar de ellas, implorando cambios que nunca ocurrirán. Si alguien sonríe a las siete de la mañana, luce enérgico y animado, está drogado o es demasiado optimista para su propio bien.

—Será una gran cita, mi lindo malhumorado —Aaron habla mirándome de reojo mientras conduce con extrema lentitud, concentrado. El suelo es inestable y resbaloso, haciendo que su automóvil se tambalee ligeramente—. No todos los días cumples un mes con el amor de tu vida.

—Estás exagerando, tonto —murmuro sintiendo cómo las mejillas me arden. A veces es demasiado dulce, más de lo que mi corazón tormentoso puede soportar.

—¿Sí? —Arquea ambas cejas, sonriendo—. Anoche no decías que exageraba cuando te comía entero y mi pene atravesaba todo tu cuerpo.

—No la tienes tan larga, acéptalo. —Le informo con cierta diversión hasta que noto cómo aquella sonrisa parece vacía—. ¿Estás bien, amor?

—Claro —responde humedeciendo sus labios agrietados por el frío, posee una pequeña magulladura en la parte inferior.

Debí morderlo menos fuerte.

—¿Seguro? —inquiero.

—Sí. —Sostiene bruscamente el volante, apretándolo. Tiene las uñas carcomidas, asomándose por los mitones grises y descosidos; su cabello está oculto bajo una gran gorra azul, pequeños mechones dorados sobresalen de esta.

—Bien, miente entonces. —Me volteo enseguida, mordiendo la parte interna de mis mejillas. El vidrio empañado solo permite que mire algunas siluetas distorsionadas, aumentando esta molestia repentina.

Por lo general disfruto madrugar, pero es difícil hacerlo cuando apenas he conseguido dormir cuatro horas. No importa cuánto lo intente, el insomnio es inevitable: una sensación aprensiva rodea mi cuerpo como serpientes hambrientas, ahorcándome poco a poco.

—Sabes la respuesta, Dominik —no percibo enojo en su voz, sin embargo el cansancio es evidente.

Lo sé, está preocupado.

Tres semanas caóticas transcurrieron desde mi encuentro con Rebeca, las pesadillas han empeorado considerablemente: noches de angustioso malestar, despertar gritando y agitado, sudando. Nuestra conversación se hace presente incluso en mi inconsciente, perturbándome. Ella continuó hablando durante algunas horas más con cautelosa precisión, todavía poseía energía cuando el amanecer estaba aproximándose.

—Wilson fue quien consiguió los registros de cada empleada —dijo abriendo la puerta, abandonando esa imponente habitación—. Lo admito, no confío por completo en él, pero algo me dice que tiene sus propios motivos para involucrarse: nadie se arriesgaría sin ninguna ganancia.

—¿Crees que Patrcik le hizo daño? —Arrastré los pies vendados, intentando seguirle el paso. Si bien Wilson nunca interfirió ante las agresiones de mi padre, tampoco parecía estar a favor.

—Tal vez. —Avanzó entre los estrechos pasillos—. Se veía afligido mientras hablábamos, no actuaba como alguien que simplemente quería ayudar, era más personal. —Se detuvo, giró su cuerpo enseguida y me miró con seriedad—. Conoce al bastardo desde que Elizabeth estaba embarazada.

—Apenas tenían veinte años —susurré desconcertado—. Siempre me costó comprender cómo siendo tan jóvenes decidieron casarse y procrear, qué vio mamá en Patrick para cometer el error de creer que sería un buen esposo.

Odio Profundo |BL| ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora