Capítulo 54

64K 4.1K 6.2K
                                    

Nuevamente me encuentro en una situación extraña que, como era esperable, yo mismo causé.

Fui dominado por los impulsos más primarios: la necesidad de proteger a quien amo. Tuve intenciones nobles, eso no puedo negarlo, pero debí pensarlo con más calma. El tiempo tampoco ayudó, solo disponía de treinta horas para organizarme. Involucrar a Aaron hubiese sido inútil, incluso peligroso, él es demasiado volátil; golpes, gritos, narices rotas y sangre... Sí, acabaría mal. Necesitaba un enfoque metódico que no implicara terminar otra vez en la oficina del subdirector Langford, quien trataría nuestro problema como si fuera alguna tontería adolescente e insignificante. Jamás comprendería que, de hacerse público, podría arruinarnos. Entonces ideé varios planes mientras fingía dormir, obteniendo posibles soluciones, entre ellas:

Sobornar a Dan Hamilton.

Pedir dinero era su intención desde el principio, ¿qué más buscaría sino? La familia Hamilton no es precisamente pobre, pero está lejos de ser adinerada.

Siguiendo esa lógica, decidí guardar mis ahorros en la mochila cuando Aaron se encontraba distraído. Él tenía la mente apartada del mundo, fue sencillo pasar desapercibido. Continuaba malhumorado por los sucesos ocurridos la mañana anterior, Alex Walker le generó inquietud. No lo culpo, también estaría furioso si alguien quisiera su número. Todavía me parece irreal saber que aquel comportamiento errático, nervioso y avergonzado no era porque buscara llamar la atención de mi novio. Se había enfocado en mí. Claro que nos fuimos enseguida, cierto rubio iba a cometer asesinato si permanecíamos allí. El asunto quedó olvidado, al menos momentáneamente, una vez que entramos a nuestra habitación.

Su espalda posee nuevos rasguños.

Mi suerte siempre ha sido escasa, los inconvenientes no tardaron en surgir: hoy se negaba a regresar solo, quería llevarme consigo. Esa renuencia casi arriesga el plan, sin embargo pude convencerlo diciéndole que iría a la mansión Jones para pasar la tarde con mi mejor amiga. Ojalá hubiese sido el único obstáculo, por desgracia aparecieron otros. Era vital descubrir en qué horario practicaba Hamilton, Delta tiene una cantidad considerable de actividades extracurriculares, sería imposible averiguarlo sin ayuda. Aquí entra Kara, quien comparte materias con él aunque se lleven dos años (sí, Hamilton continúa en duodécimo grado cuando ya debería haberse graduado). Ella desconocía mis intenciones y no preguntó, me brindó la información necesaria siempre que prometiera contarle todo luego.

Resuelto lo anterior, al fin podía esperar ansiosamente el momento del enfrentamiento. Y aquí estoy, recostado contra una pared en el gimnasio vacío, escondido bajo mi gran capucha negra. Luzco igual que un acosador acechando a su víctima. Los deportistas se están duchando, consigo escucharlos aun encontrándome fuera del vestuario masculino. No entraré hasta que todos, excepto Hamilton, hayan desalojado el lugar; nada me produciría más desconcierto que ver adolescentes desnudos.

Pasan varios minutos, algunos chicos comienzan a salir ya vestidos, pero cuando creo que están listos para irse, se percatan de mi presencia y voltean a mirarme como si quisiera cometer genocidio. Ignoro sus acusadores ojos mientras camino hacia el vestuario, atravesando la estrecha puerta. Hay demasiado vapor dificultando mi visión; distingo a Hamilton sentado sobre el banco largo de madera, ubicado entre los casilleros verdes. Todo en este sitio huele a peste hormonal, sudor y testosterona. Arrugo mi nariz con desagrado.

—Tú no eres Miller —espeta levantándose, visiblemente molesto. No lleva puesto ningún uniforme deportivo, pero su cabello rubio parece húmedo: tal vez fue de los primeros en cambiarse—. Vete.

—¿Decepcionado? —Cruzo ambos brazos—. Estoy aquí para terminar este estúpido jueguito.

—El problema es con Miller, no contigo —advierte caminando hacia mí, poniéndome tenso. Es más grande de lo que recordaba, sus manos podrían romperme el cráneo fácilmente. Usa un suéter gris demasiado ceñido, permitiendo que los músculos se le marquen.

Odio Profundo |BL| ©Where stories live. Discover now