Capítulo 44

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Lavo mi boca repetidas veces, aun así el sabor amargo y nauseabundo no se va.

Acabé de vomitar en el lavado, toda la poca comida que había conseguido ingerir se fue. Huí a tiempo de la fiesta, corriendo hasta llegar a uno de los baños más cercanos, encerrándome en él. Aaron trató de seguirme pero lo detuve mirándolo suplicante, necesitaba estar solo. No sé cómo habrán reaccionado los demás, apenas estaba consciente del rubio solo porque me tomó del brazo.

No quiero pensar en el desastre que habré causado allí. 

Patrick debe estar furioso, pero tengo otras preocupaciones más importantes en este momento, su ira puede esperar. 

El cuerpo me sigue temblando, hay un nudo permanente en mi garganta. Trato de borrar esas imágenes de mi mente en vano, los recuerdos no desaparecen. Están ahí, atormentándome, repitiéndose una y otra vez. 

¿Cómo alguien puede hacerle eso a un niño?

Es desgarrador saber que fui afortunado, la suerte estuvo de mi lado aquel día. Logré escapar de milagro, un mal movimiento y todo se habría terminado. Pero otros niños no pueden decir lo mismo, muchos son abusados por personas enfermas, nefastas. Gente repulsiva que desea dañar y corromper a alguien inocente, puro e indefenso. Algunos pequeños deben convivir día a día con sus abusadores, nadie los salva, nadie los ayuda: están por su cuenta. 

Y ahora lo sé por experiencia propia. 

La negligencia de mi padre, el no creerme, no ayudarme. Incluso si ese bastardo hubiese conseguido abusar de mí, Patrick no haría nada al respecto, no le importaría que le hicieran eso a su maldito hijo, a un niño pequeño. En este momento siento demasiado asco y odio hacia Rayner Logan, pero al que más detesto por sobre todo es a él, a mi nefasto padre. 

Me expuso a constantes peligros dejándome solo en sus reuniones, podrían haber cientos de tipos como Logan, podría haberme ocurrido algo peor. 

Respiro hondo, el aire se instala en mis pulmones y lo mantengo allí, tratando de relajarme. El deseo de acabar con su vida me consume, quiero que muera, quiero que se ahogue en su maldita sangre. Su presencia cada día se vuelve más difícil de soportar, sus agresiones comienzan a hartarme demasiado rápido. En algún momento explotaré, tomaré un jodido cuchillo y haré que pague todo lo que me hizo a mí, a mamá, a todos. 

—Mierda —susurro con voz temblorosa, rota. 

No, basta. 

Yo no soy así. 

Jamás arruinaría mi vida acabando con la suya, le estaría dando el gusto. Matarlo no es una opción, tengo que seguir soportándolo hasta que logre ser libre. Ahora tengo personas que me quieren, necesito seguir luchando por ellos, ya no estoy solo. 

Abro el grifo del lavado, el agua empieza a salir enseguida. Meto mis manos en ella, llenándolas del líquido incoloro, hundo mi rostro sintiendo el frío filtrarse por mis poros. La puerta del baño se abre en un chirrido molesto y se cierra de golpe, lo que consigue asustarme. 

Maldición, le lancé a Aaron mi mejor mirada de ''no me sigas''.

¿Por qué me siguió de todas formas? 

Tomo la toalla del toallero a mi izquierda, y me seco el rostro mojado mientras suspiro con cansancio. En verdad deseaba estar solo, no sé cómo enfrentar a Aaron en este momento.

¿Qué le diré? ¿Cómo podría siquiera contarle a alguien lo que recordé? 

—Es una pena que hayas crecido, eras un niño hermoso, Dominik. —Mi corazón se detiene al escuchar su voz, los vellos de la piel se me erizan—. Aunque debo admitir que, incluso después de crecer, sigues siendo precioso.

Odio Profundo |BL| ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora