Capítulo 7

91.4K 11.4K 8.4K
                                    

El frío otoñal comienza a sentirse por toda la ciudad, aunque yo tuve que percibirlo de manera más grotesca: congelándome en el suelo como un perro sin hogar. 

Ese maldito baño estaba helado, mis extremidades quedaron completamente entumecidas. Apenas conseguí descansar un poco, sé que debo parecer un muerto viviente en este momento. Prefiero no mirarme al espejo, me ahorro el disgusto. Pero hay algo positivo entre tanta mierda, y es que pude pensar fríamente las cosas.

Ja, buen juego de palabras.

Miller es peligroso e inestable, una combinación fatal. Debo encontrar la forma de alejarme, empezando por nuestra habitación. Me cambiaré a otra que esté lo más lejos posible, no importa lo que cueste. Dudo que Patrick se oponga, le da igual cualquier cosa que haga mientras no me interponga en su camino. El único problema es Rebeca, quien podría manipularlo en mi contra solo con el fin de joderme la existencia. Intento ignorarla porque no deseo darle más importancia de la que merece, pero es frustrante.

¿Cómo soportas el odio de una persona que no tiene motivos para odiarte?

Cuando nos conocimos, hace casi ocho meses, fui educado y la traté con respeto incluso sabiendo que estaba siendo falsa. Apenas la había visto, quizás no debí hacer un juicio apresurado sobre ella, pero sus intenciones maliciosas eran demasiado evidentes: buscaba obtener los beneficios que le traería el apellido Evans. Rebeca fue astuta, sabía perfectamente que su nivel económico y estatus social se elevaría al salir con él. Ahora tiene a Patrick bajo su control, el bastardo hace cualquier cosa que ella diga. 

Que se joda.

Cierro mis ojos sintiendo cómo las manos me tiemblan levemente, respiro hondo. Solo es otro día más, terminará pronto. Tengo demasiadas ganas de dormir pero necesito ir al instituto, prefiero estar allí a tener que pasar un minuto más en este infierno. Por suerte Miller no estaba cuando entré a nuestra habitación, tuve tiempo de ponerme mi ropa negra habitual y guardar algunos libros en la mochila.

Ahora estoy observando aquella gran puerta frente a mí, deseando permanecer aquí. Siempre evito desayunar con Patrick, la incomodidad y el desagrado me impiden ingerir algún alimento, pero hoy no tengo ánimos para desafiarlo. Tendré que comer junto a ese trío de cuervos carroñeros, la idea por sí misma consigue quitarme el hambre.

Agarro con fuerza los tirantes de mi mochila y abandono la habitación, avanzando lentamente. El dolor aparece al instante, impidiéndome caminar más rápido: mi espalda está jodida. Hago lo posible por ignorarlo mientras continúo yendo hacia las escaleras principales. El pasillo es demasiado extenso, toda esta mansión es ridículamente grande.

Me toma una eternidad bajar las escaleras pero lo consigo, termino en el vestíbulo. De allí doblo hacia la derecha, atravesando otro largo y reluciente pasillo. La luz solar se filtra entre algunas cortinas blancas, alumbrando todo a mi alrededor. Tardo varios minutos buscando el comedor hasta que logro encontrarlo, es fácil perderse cuando más que un hogar parece un laberinto.

El lugar tiene una decoración deprimente, todo lo que miro es blanco o negro. Es tan impecable, sin un mueble desaliñado y cada detalle cuidado. Me irrita demasiado. Cualquiera diría que es porque nos mudamos hace poco, pero todas las casas que tuvimos siempre carecieron de personalidad. Sí, eran lujosas, pero vacías.

Esta no es la excepción.

Aunque debo admitir que es hermoso el gran ventanal, su vista da directamente al jardín trasero. El otoño va dejando huellas; las hojas anaranjadas caen de los árboles, esparciéndose por todo el suelo.

—¿Suele hacer eso? —alguien pregunta, confundiéndome. Enseguida soy consciente de mi entorno, notando cómo todos están observándome. Se encuentran sentados frente a una gran mesa negra, en la cual hay enormes cantidades de comida: jarras con jugo y leche, frutas cortadas perfectamente, carnes variadas por doquier.

Odio Profundo |BL| ©Where stories live. Discover now