Capítulo 41

76.5K 7.5K 7.3K
                                    

Suelo admirar la belleza en lugares como este, construidos de manera impecable y llamativa, con una arquitectura detallada. La mansión entera es de un estilo moderno, lo mismo pasa con este salón, pero lo diferente se ve en las paredes de mármol cubiertas con cientos de grietas negras. El suelo es de un blanco puro, sin imperfecciones. Y el techo simplemente es espectacular, hecho completamente de vidrio, repleto de luces pequeñas que dan la sensación de ser estrellas. Como era de esperarse, el sitio es enorme, innecesariamente enorme. Las decoraciones son ostentosas, cada cosa lo es, desde las sillas acolchonadas y doradas hasta las mesas del mismo color. Básicamente todo es en tonos dorados, incluido el árbol navideño que se encuentra al final del salón principal, junto al pequeño escenario también hecho de mármol. 

Y lo admito, el lugar es bello, pero me asquea. 

El motivo es sencillo. 

Las fiestas de mi padre solo pueden definirse de la siguiente forma: vacías, nefastas, consumistas. Cada año llegan grandes empresarios y políticos, personas influyentes de todos los tipos, a este circo. Un circo lleno de hipocresía, de falsedad. Señores vestidos elegantemente, mostrando sus posesiones con descaro, pavoneándose como si tener dinero los hiciera superiores al resto. Damas jóvenes acompañándolos, siendo menos que simples adornos, regalando sonrisas que no llegan a sus ojos. ¿Cómo les puede gustar esto? ¿Cómo pueden estar al lado de hombres que no las valoran? ¿Vale la pena venderse a cambio de comodidades? Y no las juzgo, no tengo esa clase de moral absurda, pero me da tristeza.

Tener todos estos lujos no me ha hecho más feliz, me ha hecho más miserable. 

Un alto estatus social puede ser algo bueno si te rodeas de personas buenas, pero esta es una guarida de lobos. El problema no es la posición económica, hay gente de clase alta que no es mala y gente de clase baja que lo es. Mi desgracia está en que me tocó rodearme de la peor clase de seres humanos, y da la casualidad de que son todos asquerosamente ricos. 

Mientras más poder le des a alguien, más corrupción obtendrás. 

Y el dinero es poder. 

Uno muy peligroso, corrosivo, destructivo. 

—¿En qué piensas? —pregunta alguien a mis espaldas, enseguida sé quién es.

—¿No te asquea ver esto? —le espeto a Aaron, señalando el centro del salón.

Varias personas hablan entre sí, cada una de ellas muestran una alegría irreal que apenas logra cubrir su gran arrogancia. Es como un concurso infantil de ver quién tiene más, quién es más influyente. Las sonrisas cínicas sobran, el teatro meticulosamente construido cae por unos momentos. Los monstruos rara vez pueden ocultar lo que son. 

—¿Los viejos barrigones? —pregunta divertido, haciéndome sonreír. 

—Eso también —digo mientras me doy la vuelta, quedando frente a él pero a una distancia segura—. Me refiero al espectáculo que estamos obligados a presenciar, ¿no te molesta?

—La vida es un espectáculo —contesta entregándome una copa de martini seco, una bebida alcohólica hecha de ginebra y vermú, acompañado con una pequeña aceituna. Siempre sirven lo mismo en cada maldita fiesta. Lo agarro sin mucho cuidado, casi volcando un poco—. No es para que lo tomes, solo aparenta que lo haces. Ya sabemos cómo te pones cuando bebes, y lo que menos quiero es que te vayas a follar con algún bastardo rico. 

Mentiría si dijera que no me avergüenza su insinuación de lo que ocurrió hace varios meses, pero realmente no me molesta, se nota que está bromeando. Le respondo mirándolo de cuerpo entero, comenzando por sus piernas definidas, deteniéndome en su entrepierna, para terminar sobre su rostro. 

Odio Profundo |BL| ©Where stories live. Discover now