Capítulo 40

111K 8.7K 24.5K
                                    

La serena voz llama mi atención dentro de este mar oscuro y lúgubre, que oprime lentamente mi ser. Un brillo intenso vuelve todo el espacio de color anaranjado rojizo, como el fuego ardiente. Cuando logro enfocar la vista, reconozco enseguida dónde estoy: mi antiguo hogar. No es la cálida chimenea, o los muebles de antaño, quienes me hacen reconocerlo. Es mamá, quien está sentada en uno de los sillones desgastados frente al fuego, con mi yo pequeño entre sus brazos. La habitación está descuidada, pero una enorme felicidad me abruma de solo poder verla otra vez. Era el lugar favorito de ella, y eso lo convirtió en mi lugar favorito. 

—¿Por qué papá estaba enojado? —pregunta la diminuta versión de mí, con su cabello revuelto y la mejilla enrojecida, casi morada—. ¿Hice algo malo?

—No, cariño —responde ella con tristeza, acariciándole la espalda—. Tu padre estaba enojado porque decidí  que no iríamos a su fiesta. 

—Pero es navidad —suelta el niño, inocente—. ¿Y si papá quería que estuviésemos con él? Tal vez me pegó porque no fuimos. 

—Esas fiestas no son para niños —susurra con voz oscurecida, sosteniéndolo fuertemente contra ella—. Además, ¿no te gusta estar aquí conmigo? —le hizo un puchero, ganándose una sonrisa del niño, y también la mía. 

—¡Claro que sí! —contesta alegre—. Papá odia que me hagas pastelitos pero me los hiciste igual, estaban muy ricos.

—Te los haré cada navidad —dice dándole un beso en la frente—. Este día es importante para pasarlo en familia. 

—¿Y entonces por qué estamos nosotros solos? —pregunta confundido. 

—Porque somos una familia, tú eres mi familia —responde mientras comienza a tararear una alegre melodía. 

Aquel bello recuerdo se va desvaneciendo, trayéndome lentamente a la conciencia. Enseguida siento suaves labios sobre mis hombros desnudos, y manos escurridizas acariciando mi cintura.  Bueno, por lo menos ya sé qué fue lo que me despertó. Abro los ojos notando una tenue luz que entra por el ventanal, a través de las cortinas blancas. De solo pensar el frío que voy a tener al levantarme de la cama, quiero quedarme en ella por siempre. Además, el cuerpo que está detrás del mío irradia muchísimo calor, y la persona dueña de dicho cuerpo hace que me den más ganas de jamás levantarme. 

—Se ve que tuviste un sueño agradable —susurra Aaron, su voz grave contra mi oreja consigue erizarme la piel—.  Espero haber sido el protagonista, estabas sonriendo mucho. 

No puedo evitar sonreír ante su comentario tonto. Si no lo conociera bien diría que es capaz de sentirse celoso por un sueño donde no aparezca... 

Maldición, sí sería capaz, muy capaz. 

—Ya quisieras ser el protagonista de mis sueños —contesto adormilado, dándome la vuelta para poder verlo a la cara. 

Lo primero que veo es su rubio cabello, está despeinado a tal punto que podría asegurar que un tornado pasó por él. Luego mis ojos caen sobre sus labios rasposos, seguramente debido al frío, y tal vez a que anoche nos besamos bastante. Siempre han llamado mi atención, son tan hermosos. No son gruesos, pero tampoco finos, es el más dulce intermedio. Después está su nariz un poco respingada que encaja perfectamente con su rostro, rodeada de pequeñas pecas casi imperceptibles. Y sus ojos, joder, esos malditos ojos color gris claro que parecen leerte el pensamiento. 

—¿Qué tanto me ves? —pregunta burlón, sonriendo—. ¿Te gusto o qué? 

—Puede ser —digo pasando mi mano por su pecho—. Esto definitivamente me gusta. 

Odio Profundo |BL| ©Where stories live. Discover now