Capítulo 31

101K 9.7K 9.7K
                                    

He leído relatos de quienes, en su cómodo hogar, comienzan a sentirse vigilados.

Nunca experimenté tal situación, vivía ensimismado entre pensamientos sombríos, aislado por muros cristalinos e inquebrantables; pero una buena descripción logra que el lector viva, a través de terroríficas palabras, aquella desafortunada sensación. Entonces ahora, acostado con los ojos aún cerrados, puedo saber que alguien me ha estado observando durante horas. Las pesadillas impidieron que consiguiera dormir como se debe, así que estuve alerta todo el tiempo.

Y él permaneció inmóvil.

No me preocupa porque, además de percibir su intensa mirada, se escucha una respiración irregular a mis espaldas; sino temería encontrarlo ahogado en su propio vómito, algo bastante probable teniendo en cuenta todo lo que bebió.

—¿Incluso finges estar durmiendo? —la desgastada voz del rubio penetra el tenso ambiente—. Es increíble cómo todo en ti huele a falsedad.

—Cállate —susurro agotado, deseando evitar otra discusión.

—¿Piensas que puedes dar órdenes? —Mi hombro es sujetado con fuerza, Aaron ejerce presión para obligarme a dar la vuelta, haciendo que ambos terminemos demasiado cerca—. Quiero explicaciones.

Se ve roto.

Mares angustiosos me roen el pecho, asfixiándome lenta y tortuosamente. Nunca vi una mirada tan vacía, carente de emociones. Es peor que su odio, porque al menos había algo allí, un brillo malicioso que coexistía con cierto deseo, pero en este momento no hay nada.

—¿Por qué estoy lleno de moretones? —inquiere entre dientes, poniéndose rígido—. Tengo las mejillas hinchadas, el labio partido, dolor en cada maldita extremidad... ¿Qué me hiciste?

Olvidó su pelea con Fred.

Es una buena noticia, tal vez consiga engañarlo para que no lo recuerde y así salve al pelirrojo. Él ha tenido muchos problemas por mi culpa, debo protegerlo.

—Ayer te encontré desmayado sobre las escaleras, frente al vestíbulo. —Me incorporo hasta quedar sentado, evitando cualquier contacto con Aaron—. Supongo que, estando tan ebrio, pudiste haberte caído.

Mentir es complicado cuando prefieres la honestidad.

Estoy sudando, el corazón no quiere ayudarme: late sospechosamente rápido, delator. Su palpitar retumba contra mis oídos, burlándose. No poseo ni una gota de saliva, tengo la boca seca. En situaciones así lamento ser alguien sincero, y apenas lo digo como cumplido, muchas veces puede volverse lo contrario. He oído por ahí que la sinceridad sin empatía es crueldad, pero me parece absurdo. Jamás se debe adornar una verdad porque, cuantos más accesorios le pongas, menos verdad será.

—Estás mintiendo. —El vacío que opacaba su mirada desaparece, la oscuridad se hace presente—. ¿Por qué me hallarías tú antes que Tania, Louis, Percy o cualquier otro empleado doméstico?

Los llama por su nombre.

Estuvo bastante tiempo sin decirme Dominik... ¿Tanta confianza tiene con ellos? Son personas temporales para Patrick, no tardará en descartarlos, es inútil apegarse. Aunque los hombres duran más tiempo, Wilson es el único que lleva años bajo su mando, él usualmente despide mujeres.

—Porque caminaba cerca —miento.

—¿Y qué hacías fuera de nuestra habitación? —Entrecierra los ojos, su frente se arruga ligeramente—. No saliste en toda la semana.

Si algo puede ser más aterrador que Aaron enojado, es verlo inquietantemente calmado. Aún no ha insultado, o gruñido, ni siquiera elevado la voz. Es desconcertante, aumenta el miedo. Sin mencionar que no comprendo cómo sabe eso.

Odio Profundo |BL| ©Where stories live. Discover now