Capítulo 29

94.9K 9.7K 13.5K
                                    

Entre imágenes brumosas consigo ver un callejón sucio, incluso puedo sentir el olor a basura pudriéndose. Detrás de algunas cajas viejas se encuentra Aaron, quien ya no parece tan pequeño como en otros recuerdos. Su uniforme escolar está desarreglado: hay tierra desde el pantalón gris hasta su camiseta azul, haciéndolo lucir andrajoso. Él observa una caja en particular, enseguida estira ambos brazos y los introduce dentro de ella. Varios maullidos resuenan por el lugar, sorprendiéndome. El rubio acuna a un gatito negro contra su pecho, este se acurruca gustoso.

—Deseaba tanto verte, Principito —le habla al felino—. Quería darte mi almuerzo pero Evans me lo quitó otra vez. —Acaricia su diminuto cuerpo, recibiendo ronroneos como respuesta—. Ni siquiera quiso comer tu sándwich: lo tiró al suelo y le escupió encima, luego comenzó a pisarlo hasta dejar solo destrozos, no podía traerte algo en tal condición.

Tiene los ojos hinchados, definitivamente estuvo llorando. También posee grandes ojeras, no ha estado descansado bien. Necesito abrazarlo ahora mismo, la culpa consume mi ser.

—No te pongas triste, tengo buenas noticias —comunica mientras se recuesta contra una pared, dejando al gatito sobre su regazo—. Saqué la calificación más alta de la clase, todo gracias a ti. Debíamos crear un cuento que incluyera a nuestra familia, entonces narré cómo te conocí. Tuvo el final más feliz de todos: papá dejaba de ser alérgico a los gatitos, y me permitía tenerte en casa.

Escucho pasos acercándose, Aaron levanta la cabeza con evidente temor. Al instante el ambiente se torna oscuro, como si toda felicidad fuese absorbida por una entidad maligna. Mi cuerpo no quiere voltearse porque sabe qué encontrará si lo hace. Y estoy en lo cierto; enseguida visualizo aquel cabello negro cual ébano, impecable al igual que su uniforme. Dominik malvado está allí con una sonrisa tétrica en el rostro.

¿Cómo puedo tenerme tanto miedo?

Algunas personas sienten temor de sí mismas, muchas veces está relacionado con el pánico a perder el control y cometer locuras, pero no es mi caso. Yo le temo al niño que una vez fui, a ese recuerdo doloroso que vuelve reales mis peores pesadillas.

—¿Por qué me seguiste? —cuestiona Aaron levantándose del suelo, envolviendo a su gatito protectoramente. El pelinegro camina con seguridad, cada paso es más intimidante que el anterior.

—Quiero saber a dónde va mi mascota cuando las clases acaban. —Se detiene frente a él, divertido—. Incluso escapé del chofer por ti, sabes que no me permiten regresar solo, sino te seguiría siempre.

—¿H-Hay algo que necesites? —tartamudea aferrándose al felino, quien le maúlla inquieto.

—Sí, Miller. —Entrecierra los ojos—. Dame tu mochila.

Aaron no replica, se da media vuelta y la busca con su mirada, encontrándola cerca de aquellas cajas. Rápidamente camina hasta allí, agachándose para tomarla mientras vuelve a incorporarse.

—Buen chico —contesta Dominik malvado cuando el niño le entrega la mochila.

Comienza a revisarla sin ningún cuidado, dándola vuelta haciendo que todos los objetos se estrellen contra el suelo, entre ellos un llamativo libro. Parece llamar su atención porque de inmediato lo recoge, observándolo interesado.

—Devuélvemelo, por favor —apenas consigo percibir su voz, está aterrado,

—"Le Petit Prince", una edición especial. —Balancea el libro, restándole importancia—. Es muy valioso, debió costar más de lo que tu pobre y patética familia podría pagar.

Odio Profundo |BL| ©Where stories live. Discover now