Capítulo 36

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Rose Lirio es una tumba impenetrable.

Llevamos algunos minutos caminando en silencio y, más allá de su timidez, he deducido que simplemente prefiere aislarse. Simpatizo con ello, la situación tampoco se presta para agradables conversaciones, pero algo me resulta extraño. Tal vez solo sea mi paranoia inherente haciéndose presente, todavía continúo pensando en lo ocurrido con Fred.

No recibió ningún golpe.

Mentí porque temía que Aaron le hiciera daño, acto esperable considerando quién atacó primero. Mi sorpresa fue enorme cuando él, descartando su naturaleza agresiva, se marchó sin voltear atrás. Nada de comentarios maliciosos, contuvo cualquier sentimiento negativo y abandonó el pasillo. Tiene que haber un truco, es evidente. Obtuvo muchos moretones, apenas lograba abrir los ojos al día siguiente, esa reacción fue demasiado benevolente. Podrá ser más amable conmigo, pero está lejos de significar que lo será con otros.

Sin mencionar su mirada dolida.

¿Cómo debería interpretarlo? ¿Estaba herido porque defendí a mi amigo? Si no me pareciera tan absurdo, diría que se siente menospreciado. Son celos, claro está. Le cuesta entender que hay una gran diferencia entre ellos: Fred es importante, negarlo sería tonto, pero lo quiero como a Takara. Incluso estaría exagerando, a ella directamente la amo.

Son afectos distintos, no pueden compararse.

Tengo que darle créditos al pelirrojo, sus reproches superan los de Kara. No aprendí nada en literatura, el señorito decidió aprovechar nuestra clase para sermonearme. Alegaba que agradecía la acción, pero mi seguridad era más valiosa. Me resultó dolorosamente exasperante, y a su vez entrañable.

—Esto terminará mal —habla Rose, inquieta.

Nos encontramos fuera del instituto, yendo hacia alguna parte que desconozco. Vuelvo a concentrarme en ella, notando la severa expresión sobre su rostro. Se mantiene cabizbaja, sin buscar contacto visual, mientras ambos brazos le cubren el torso. He visto ese comportamiento antes, normalmente cuando miro mi reflejo.

—Te ha lastimado, ¿cierto? —pregunto con delicadeza, temiendo sonar condescendiente.

—¿Qué? —Frunce el ceño, vacilante.

¿Me habré equivocado? Muchas personas actúan retraídas y no significa que hayan sufrido abusos.

—Le tienes miedo —argumento.

—Tengo miedo de lo que pueda hacerte —confiesa suspirando—. Liam no es malo, jamás me haría daño, pero tú eres un extraño para él... Saldrás perjudicado.

—¿A qué te refieres? —Camino lento, siguiéndole el ritmo.

—Nuestros padres eran fanáticos religiosos, tanto así que nos veíamos obligados a memorizar cada versículo del Nuevo Testamento. —Su mano me detiene cuando estoy por cruzar la calle sin mirar, un automóvil pasa demasiado cerca—. Mi hermano consiguió independizarse cuando tenía veinte, llevándome con él. Apenas era una niña de ocho años, sin embargo la justicia determinó que ellos no eran aptos para cuidarme. —La luz se pone verde, permitiéndonos avanzar—. Liam ha pasado por mucho, sus vivencias le dejaron secuelas graves.

Ahora comprendo.

—Es muy complejo abandonar los dogmas impuestos desde la infancia —digo pensativo.

Al menos Patrick nunca creyó en ninguna religión porque se venera solo a sí mismo. Lo último que me faltaba era crecer bajo regímenes sectarios.

—Hablas como mi profesor de historia. —Levanta la cabeza, sonriendo ligeramente.

—Gracias —le respondo.

Odio Profundo |BL| ©Where stories live. Discover now