Capítulo 42

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Un arrebato de ira puede tener consecuencias graves, y cuando esta fiesta termine las sentiré en carne propia. 

Las uñas se clavan en mi palma con tanta fuerza que siento la piel romperse. La copa tiembla en mi mano, casi a punto de quebrarse. Por más que trato de respirar hondo el maldito sentimiento de asfixia no se va, permanece allí, tensando los músculos de mi garganta. La mirada de Patrick es oscura y aterradora, retándome a decir una sola palabra equivocada para poder destruirme. Antes quizás fuese amenazante, ahora es asesina. 

Unas manos cubren mis ojos repentinamente, oscureciendo todo a mi alrededor. Mi corazón se acelera del susto, la desorientación me inquieta, el no poder ver qué hace mi padre me aterra. Alguien besa mi mejilla haciéndome sentir cálido, esa risita traviesa me revela enseguida quién es mi captora. 

—Kara... —digo sin contener mi sonrisa, la tensión abandona por completo mi cuerpo. Oigo un gruñido lejano, ni siquiera tengo que verlo para saber que es él. Por algún motivo la calidez inunda mi pecho, los celos tontos de Aaron a veces se me hacen tiernos.

—La única —contesta mientras me suelta y se pone frente a mí, orgullosa. Me atraganto de la impresión al verla. 

Esta chica no puede ser mi niña. 

—¿Qué te pasó? —suelto asombrado. 

No hay remeras holgadas, pantalones anchos, ni esa vestimenta tan peculiar en ella. Ahora trae un vestido negro con escote prominente, delicado. Es largo hasta las rodillas, con volados extravagantes y pomposos. Como si eso no fuese mucho, lleva todo el rostro maquillado cuando Kara jamás se maquilla, no le gusta. En verdad se ve preciosa, su cabello también está cuidadosamente arreglado en un moño, parece una princesa. 

Esto es obra de Adrienne Jones. 

—Mamá me pasó —responde rodeando los ojos, con una pequeña sonrisa. Ja, lo sabía, ella jamás usaría ropa tan dolorosamente femenina si no fuese por obligación—. Es un gran sacrificio usar esto pero bueno, hacemos las cosas más horribles por nuestra familia. 

—No lo hagas sonar como si te estuviera torturando, una vez que te pido arreglarte y haces tanto drama —la voz exasperada de la señora Jones nos interrumpe, logro verla caminando hacia nosotros. Me doy la vuelta para saludarla, encontrando algo que ya esperaba: una elegante y bella mujer.

Ella no parece una princesa, sino una reina. Trae puesto un vestido deslumbrante, ajustado por donde lo mires marcando cada una de sus curvas, de color rojo con detalles negros en forma de flores que cubren su escote. El cabello rubio cae suelto por sus costados, increíblemente largo y bien cuidado. Quisiera estudiarla más a detalle pero puedo sentir la mirada penetrante de Aaron apuñalando mi espalda, intento mirarlo por el rabillo del ojo y compruebo mis sospechas: está irritado. Su ceño fruncido en completo desagrado lo deja muy claro. Es un poco absurdo teniendo en cuenta que mirarla solo confirma más mi homosexualidad, así como si mirase a cualquier mujer de aquí, todas son hermosas y aprecio su belleza (porque no soy ciego) pero no provocan nada en mí. 

Solo hay un tonto celoso que provoca algo en mí. 

—Buenas noches, señora Jones —digo cortés, dándole un beso en la mejilla que recibe con aprobación, sonriéndome. 

—Buenas noches, Dominik —saluda parándose delante mío—. Deberías de comenzar a llamarme por mi nombre, pasas tanto tiempo con mi niña que ya te siento parte de la familia. 

La miro con sorpresa, sin esperar esas amables palabras. No es que Adrienne sea una mala persona, es solo que ella parece ser de las que reservan sus sentimientos. Tampoco es que la viese mucho como para conocerla, siempre viaja.  Al que veo seguido es a Bastian, el padre de Kara, que en personalidad es lo contrario a su esposa: abierto, dulce, y sentimental. 

Odio Profundo |BL| ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora