Capítulo 10

94.1K 11.1K 7.4K
                                    

Entre el dolor y la agonía, solo pude pensar que lo merecía.

Cada golpe, cada insulto, él me los debía.

Yo era detestable: lastimé a un niño que no estaba haciendo nada malo, lo humillé sin razón. Miller lucía aterrado, como si le hubiese hecho daño otras veces. ¿Qué más cosas ocurrieron? ¿Por qué olvidé todo? Tal vez fueron mecanismos de defensa, mi propia mente quiso protegerme cuando no debía hacerlo. Leí en un libro sobre psicología que, cuando alguien vive determinados traumas, su inconsciente los bloquea ocultándolos de la superficie. Pero es extraño, normalmente son las víctimas quienes olvidan, no sus abusadores.

Es demasiado injusto.

Todos estos años me he creído moralmente superior a Patrick: alguien que jamás dañaría a otra persona sin razón, que observa con desprecio a los bravucones e interfiere de ser necesario. ¿Ahora cómo podría verme así? Yo fui ese bravucón, el maldito bully que maltrataba a otros por diversión. Y según Miller no fue solo cuando teníamos cinco años, duró hasta los once o doce: casi siete años de acoso escolar.

Toda su jodida infancia.

Es una etapa muy importante en el desarrollo del ser humano, allí vamos formando nuestra percepción del mundo, cómo entenderlo para poder enfrentarlo, y Aaron Miller solo conoció oscuridad. Le mostré lo más sombrío de la vida porque era lo único que yo conocía. Si jamás me hubiese interpuesto en su camino, él ahora sería una persona diferente. Los abusos te cambian, crecer en ambientes hostiles puede llevarte a ser dos cosas: un asocial desconfiado o un retorcido con problemas de ira. Irónicamente terminé siendo ambos, y Miller acabó siendo el segundo por mi culpa. Lo convertí en alguien abusivo e insensible que necesita humillar a los demás, cuando pudo haber sido un artista amable y talentoso.

Su dibujo era hermoso, él se veía tan feliz...

Mamá estaría decepcionada de mí.

—Rose, por favor —una voz suplicante resuena en mi mente—. Nadie va a creernos, solo meteremos en problemas a Dominik.

—Pero no podemos dejarlo así —responde alguien con evidente ansiedad. Intento moverme pero fuertes punzadas recorren mi cuerpo, haciéndome jadear—. ¿Ves? Esto es muy grave, tenemos que decírselo al señor Langford ya mismo.

—Él nunca le da importancia a este tipo de situaciones, lo sabes —alega aquella voz determinada, enseguida la reconozco: es Kara.

—¿Entonces dejaremos que Miller continúe hiriéndolo? —cuestiona—. Míralo, luce terrible: sus heridas podrían infectarse y si muere nos echarán la culpa a nosotras, no quiero terminar en la cárcel.

Siento cómo mi cabeza palpita mientras abro lentamente los ojos, volviendo a la consciencia. Estoy acostado en el suelo del polvoriento salón, me pusieron un bolso como almohada. Ambas chicas están sentadas a mi lado, dejándome en el medio. Se miran fijamente hasta que Kara cruza los brazos.

—Rose Lirio, nadie terminará en la cárcel —le reprocha, enfadada—. Además lo curé muy bien, no se infectará.

—Linda, apenas le pusiste un poco de alcohol y gasas. —La mira con cariño mientras estira el brazo y acaricia su mejilla, sonriendo. Kara parece un tomate viviente pero no se aparta ni un centímetro—. Necesita hielo para bajar la hinchazón, cuídalo mientras voy a conseguirlo.

—¿En dónde? —pregunta atontada.

—En el único lugar donde podría encontrar algo frío aquí, mi ex se graduó el año pasado —bromea haciéndola reír—. Solo iré hasta la cafetería, bonita.

Odio Profundo |BL| ©Where stories live. Discover now