Capítulo 6

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¿Cómo terminé en la oficina del subdirector tan solo el primer día de clases?

Alex Langford luce enfurecido, su rostro regordete se encuentra rojo. Estuvo una hora despotricando sobre lo incorrecto de pelear, discurso simplista que apenas ocultaba su verdadera intención: evitar dañar el prestigio de la institución. He conocido demasiados hombres como él, son personas repugnantes que aparentan amabilidad y preocupación cuando les conviene. Identificarlos es fácil, siempre algún gesto los delata. En su caso resulta todavía más sencillo, lo he visto ignorar situaciones de acoso con bastante frecuencia. Si no fuese porque un profesor intervino cuando vio lo que Miller estaba haciéndome, no estaríamos aquí.

—Ninguno será castigado —habla el hombre mayor, acomodando su enorme cuerpo en la diminuta silla—. Tomaré este conflicto como una pelea entre hermanos, estoy al tanto de su situación familiar.

—No somos hermanos —Cruzo los brazos con firmeza, enderezando la espalda—. Él solo está ocupando mi casa.

—Te reto a repetirlo —susurra el demonio sentado a mi lado, sus manos están hechas puños, puedo notar gran furia en esa mirada oscurecida.

—Dominik, no seas descortés. —Langford entrecierra los ojos—. Tu padre tuvo el detalle de explicarme que Aaron forma parte de la familia Evans ahora, él estaría descontento si te oyera tratarlo así.

—Muy descontento, hermanito —habla socarrón, apuntando su cuello con el dedo índice. Reprimo las ganas de golpearlo hasta eliminar la sonrisa satisfecha que trae en el rostro.

El maldito bastardo seguramente vio cuando mi padre me ahorcaba.

—Nunca seremos nada —le susurro molesto, intentando que Langford no me escuche.

—No con esa actitud. —Levanta las cejas, observándome.

—¿Qué tanto susurran, jóvenes? —pregunta el subdirector, hay cierta molestia en su voz.

La puerta es abierta bruscamente antes de que pudiese responder, asustándome. El señor Langford se sobresalta, su enorme barriga hace un movimiento extraño. Volteo la cabeza, mirando con desconcierto a la rubia despeinada que nos interrumpió. No tardo nada en reconocerla: es la chica Jones. Respira de manera agitada, observándonos fijamente.

¿Qué demonios está haciendo aquí?

—Señorita, ¿no tiene un poco de educación? —cuestiona poniéndose de pie, irritado—. Las puertas se golpean.

—Esto es más importante —habla con determinación, entra en la oficina sin esperar una respuesta. Se para detrás de mi asiento, apoyando ambas manos en el respaldo—. No puedes castigar a Dominik, yo tuve la culpa.

Me quedo sin palabras ante su confesión, sobre todo porque no tiene sentido. Ella no fue quien acosó a una chica, ni decidió agredirme en medio de un pasillo concurrido.

—El único culpable es Miller —escupo impulsivamente, ganándome una mirada amenazante por parte del rubio.

—No, la pelea comenzó porque malinterpreté algo —contesta Jones, un pequeño rubor cubre sus mejillas—. Miller estaba demasiado cerca de mi... amiga, creí que podría estarla molestando. Pero no era así, él solo le había preguntado dónde quedaba la biblioteca.

¿Qué? Está mintiendo.

Esa pelirroja parecía aterrada, incluso salió corriendo cuando tuvo la oportunidad.

—Me da igual quién empezó esta tontería de niños —Langford pasa una mano por su frente sudorosa, hastiado—. Ya he dicho que nadie será castigado, solo eviten pelear en público.

Odio Profundo |BL| ©Where stories live. Discover now