Capítulo 32

99.2K 8.7K 4.9K
                                    

La mayoría de estudiantes usualmente desayuna en sus hogares, por ese motivo es que ahora mismo la cafetería se encuentra casi vacía. Podría haberme quedado en casa debido a que mi padre sigue de viaje, hubiese conseguido comer algo sin su hostil presencia, pero el problema fue Aaron. Necesitaba alejarme un poco de él para tranquilizarme y poner en orden mis pensamientos. 

Todavía siento sus caricias en mi piel.

Ese jodido rubio está acabando con mi dudosa estabilidad mental, logra elevarme hasta el cielo para luego bajarme en cuestión de segundos. No sé qué sentir con respecto a él, y es lo que más me asusta de todo esto. Lo normal sería rechazarlo por completo, mantenerme lejos y distante de su persona, pero no puedo. Hasta hace nada de tiempo creía que la culpa era la causante de lo que me ocurre, ahora sé que es más que eso. 

Me preocupo por él.

Soy consciente de lo masoquista que suena, quizás cualquiera pensaría de esa forma, pero no lo considero así. Tampoco justifico sus agresiones, aunque una parte de mí crea que las merezco. Y es que realmente no puedo dejar de pensar en el daño que le causé, en las cosas que todavía no recuerdo. ¿Qué más pude haberle hecho? ¿Cuánto más conseguí romperlo? Necesito saberlo, necesito cargar con el peso de esos recuerdos porque es jodidamente injusto que yo, como el agresor de Aaron, haya olvidado todo... pero él, quien es la víctima, no. 

Mi mente es un mar de pensamientos contradictorios; por un lado creo firmemente que merezco su odio, pero por el otro sé que llegó a extremos repulsivos. Todavía la impotencia me domina de solo pensar en lo que trató de hacerme, lo lejos que pudo haber llegado si no lo detenía.

 Luego de que ocurriera aquello pensé que todo volvería a ser como antes, que comenzaría a golpearme constantemente. Para mi sorpresa fue lo opuesto a ello. Desde la noche anterior se comporta atento a su manera, no tan distante y definitivamente no agresivo. Después de nuestro abrazo me dejó curarlo, fue una gran lucha ponerle cremas antibióticas pero por suerte lo conseguí. Cuando estaba dispuesto a irme él me detuvo, con cierta inseguridad preguntó si quería dormir en su cama, acepté. 

En ese momento ni lo pensé, fue perturbadoramente natural aceptar acostarme con él, y se sintió todavía más natural despertar con sus brazos rodeando mi cintura, pegándome a su torso. Pero ahora puedo pensarlo mejor, y es aterrador llegar a la conclusión de que todo está muy jodido, peor de lo que hubiese imaginado.

— Hola, pequeño desaparecido —la voz de Kara me trae de nuevo a la realidad, trae una bandeja entre sus manos—. ¿Ya terminaste tu desayuno? —pregunta observando mi plato vacío—. Es una pena, ahora no voy a tener alguien que me haga compañía —la miro incrédulo.

— ¿Qué haces aquí? Tú siempre desayunas con tu padre —cuestiono intrigado, ella se sienta a mi lado.

— Hoy tenía que venir antes al instituto así que aproveché para comer aquí —responde con simpleza, metiéndose una cucharada de... ¿avena?, en la boca. No sé lo que esté comiendo pero delicioso no se ve—. Quita esa mirada disgustada, esto es riquísimo. ¿Quieres? —me extiende la cuchara llena de esa cosa.

— No —me apresuro a decir, ella sonríe mirándome detenidamente. Aparto la vista enseguida antes de que note algo, traté de ocultar mis marcas lo mejor que pude pero si sigue viéndome así las descubrirá. 

— Tenemos mucho de qué hablar, faltaste toda una semana —dice tocando repentinamente mi hombro asiendo que me sobresalte un poco, de reojo puedo ver que frunce el ceño—. ¿Estás bien? 

— Claro, estoy genial, amiga —le digo tratando de sonar sincero.

— Siento que me estás ocultando algo —contesta entrecerrando los ojos—. ¿Desde cuándo usas buzos con cuello de tortuga?

Odio Profundo |BL| ©Where stories live. Discover now