Capítulo 1

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Cuando el infierno eres tú, cualquier lugar al que vayas estará habitado por demonios. 

Si el mal se encuentra en ti, jamás podrás huir.

Hay sangre infectada deslizándose entre mis venas, perteneciente al mismo monstruo que oscurece mi mundo día tras día. Un ser dañino y destructor, una bestia inmunda. Y está allí, cómodamente recostado en el asiento a mi lado, mirando la pantalla de su celular último modelo. Ese cabello negro peinado a la perfección, ni un mechón fuera de lugar. El traje azul hecho a su medida exacta, impecable. Su piel blanca cual lienzo intacto, reluciendo juventud.

¿No es demasiado injusto?

Mientras él luce saludable y vivo, mi piel se deteriora cada vez más. Cuando antiguos moretones comienzan a curarse, nuevos aparecen impidiéndoles sanar. Las noches de insomnio también han dejado sus propias marcas, haciéndome ver agotado. Mi madre solía lucir igual, en parte es bueno que ya no esté aquí.

—¿Acaso eres autista? —Aquellos ojos fríos atraviesan los míos, trayéndome a la realidad. Parpadeo varias veces, sin entender.

—¿Qué? —pregunto confundido, observando cómo el semblante de mi padre se oscurece en completa irritación.

—Sé que tu coeficiente intelectual no alcanza para mucho, pero es lamentable que ni siquiera puedas responder una simple pregunta. —Guarda el celular en el bolsillo de su pantalón, sin dejar de verme—. ¿Eres un maldito autista?

—No —respondo inquieto, frotando mi brazo magullado con los dedos temblorosos. Deseo abandonar este maldito automóvil lo más pronto posible, me pone tenso estar a su lado.

—Entonces deja de mirarme como uno, Dominik —escupe molesto, su voz oscura y repleta de veneno consigue erizarme la piel—. No querrás hacerme enojar, ¿cierto?

—Sí, padre —contesto casi mecánicamente, volteando mi cuerpo hacia la ventanilla. Siento un dolor agudo en la palma izquierda, enseguida me doy cuenta que estoy clavando las uñas allí.

Tragar y respirar, cerrar los ojos y callar.

Es un mantra que he creado cuando era pequeño, el cual ha estado repitiéndose sin cesar, obligándome a mantener la calma. Debo esperar un año más para cumplir la mayoría de edad y seré libre: no podrá retenerme por siempre. Continuaré ahorrando dinero, esperaré pacientemente la oportunidad perfecta para escapar. Mamá no pudo hacerlo, pero yo lo haré por ambos.

Ella creía en el karma, decía que las personas malas siempre obtenían su merecido. ¿Entonces por qué está muerta y él sigue con vida? ¿Por qué se detuvo su corazón en vez del suyo?

—Wilson, baja la calefacción —le escucho ordenar a su chofer, impaciente. Me enderezo en el asiento, deseando volverme invisible—. Ah, y Dominik... —continúa demandante, volteo la cabeza para verlo—. Te ves horrible, cubre esas malditas ojeras. 

—Sí, padre. —Aprieto los dientes, sintiéndome frustrado. ¿Con qué demonios se supone que las cubra? Hace algunos meses conseguí base de maquillaje para tapar marcas demasiado notorias, él se burló en mi cara llamándome maricón. 

—Nunca espero nada bueno de ti y aun así logras decepcionarme —habla cínicamente, arrugando su chata nariz—. Pero esta vez será diferente, espero que te comportes frente a tu nuevo hermano. —Entrecierra la mirada, amenazante—. Rebeca está ilusionada con la mudanza, cree que será perfecto para conocernos mejor. No lo arruines, porque haré que lo lamentes.

—Me comportaré —contesto cruzándome de brazos, cerrando los puños con fuerza. 

El estómago se me revuelve al escuchar el nombre de esa mujer: Rebeca Miller. Es la primera vez que mi padre consigue una pareja a la que no le duplica la edad, y debo admitir que físicamente luce hermosa. ¿Pero de qué sirve tener un lindo cuerpo cuando tu cerebro da pena? Su personalidad está podrida: es interesada, controladora y molesta.

Odio Profundo |BL| ©Where stories live. Discover now