40. Un dulce dolor

22.8K 693 1K
                                    

EMILY.

Esa fue su respuesta.

Por un momento, yo creí que también él podía sentir algo por mí, por un momento, quise ilusionarme.

Mire al suelo. No lloraría, no lo haría.

Está bien, todos alguna vez fuimos rechazados.

Y él tiene la culpa el no quererme.

Demonios esto dolía, y quemaba mucho.

Mordí mi labio inferior, y mis ojos intentaba parpadear.

—Era broma —mentí.

—Yo creo que no —aseguro.

—Deberíamos de irnos, ¿no? —sugerí— hace frio y mucho.

—No quiero que nos vayamos aún.

—Quiero irme —confesé.

—No quiero que te vayas.

Fruncí el ceño, intentando entenderlo.

—Esto... es injusto, cuando alguien es rechazada debe de irse, debe de correr y no retroceder o simplemente la otra persona debe dejarle huir y listo, estas siendo injusto Thiago. Me voy.

—¿Y quién te rechazo? —fruncí el ceño—, yo solo te dije: ¿por qué tenías que decirlo?

¿Qué?

—¿Y eso no es ser rechazada? —dije confundida, inquieta.

El soltó una risa, que a mí no me causo gracia.

¿Ésto era una broma para él?

—Creo que se mal entendió, Emily. Si te dije eso es porque te me adelantaste todo lo que había planeado, pero no te preocupes, lo que dijiste hizo que este aún más seguro de lo que quiero hacer.

—¿Qué? —solté, confundida y desentendida de todo.

Él tomo mi mano y tomo con la otra mano la cajita; caminamos juntos hacia al frente, yo me quede viéndola como estúpida. Él se detuvo y puso la cajita en el suelo, justo en ese instante, él soltó mi mano, se sentó en una mantita que estaba abierta y asegurada con arena en cada esquina. Note que su mano daba palmaditas a la mantita.

—Siéntate, a mi lado —sonrió de lado.

—Trato de entender.

—Me dijiste que te gustaba la luna llena y la playa. Todo eso lo junte para que puedas apreciarlo.

Estiro su mano ofreciéndomela, la sostuve y me senté junto a él. Sintiendo la brisa, el olor a salado; paz, tranquilidad; la luna llena se veía preciosa desde aquí, el mar reflejaba a la luna, todo el cielo, absolutamente todo era impresionante.

—¿La habríamos juntos? —propuso él.

Me quede observándolo, estiro sus manos y tomo la cajita que era de color rojo, tenía un listón que aseguraba la cajita, la puso al centro, estiro una parte del listón y la abrió.

Lo primero que saco, fue dos llaveros, una de la luna y otra del sol.

—Toma —me ofreció uno— tú llevaras uno y yo el otro.

Me dio el sol y él tomo la luna.

—¿Por qué a mí me das el sol?

—A si es como te veo.

—¿Algo redondo?

—No, algo brillante —corrigió.

—¿Por el cabello?

INFELIZMENTE FELIZWhere stories live. Discover now