Capítulo 3

736 59 5
                                    

Erika

Siete años después...

- ¡Sale otra orden, Erika! - gritan desde la cocina de la cafetería.

- Claro, en un momento la entrego, déjame termino con estas dos. - le respondo a Mike, mi supervisor. Es una molestia constante en mis oídos diariamente, exige demasiado, pero él lo único que hace es ver como los demás realizan todo lo que el también debería hacer, solo que al no estar presente el dueño saca todo el provecho posible. Pero, todavía está el pequeñísimo e insignificante detalle de que el gerente también es el padre de Mike, así que... bueno, es entendible porque nadie pone la queja de sus abusos.

Termino de pasar los platos a las mesas y atiendo el pedido de Mike, quien me entrega de mala gana el plato y me mira de arriba a bajo como de costumbre, y como siempre solo me dedico a ignorarlo hasta el final de mi jornada. Los años que pasé en los orfanatos me dieron mucha experiencia en ignorar a personas desagradables y en tragarme todo lo que me molesta con una sonrisa natural en el rostro. Desde que cumplí los dieciocho años y tuve que marcharme por ley del lugar de acogida para menores, me vine inmediatamente a la ciudad principal sin pensarlo mucho para ver que oportunidades se podían presentar fuera de esos pueblos en donde crecí, ya que creía firmemente que podía encontrar algo por lo que vivir aquí, pero... heme aquí después de cuatro años, lo mejor que he conseguido es este trabajo y vivir en habitaciones rentadas por noche en lugares no tan agradables. Pero bueno, lo último que se pierde es la esperanza, o eso es lo que dicen.

Ya me acostumbré desde muy pequeña a este estilo de vida solitario, lo único duro fue el cambio de vida hablando en términos económicos, pero me he sabido mantener con lo básico, definitivamente fueron bastante útiles las clases de cocina, costura, crochet y demás que dan las hermanas en los orfanatos, ellas decían que si salíamos sin ser acogidos por una familia de forma definitiva, simplemente sería fácil encontrar un oficio propio sin depender de nadie con estos conocimientos previos, y vaya que tenían razón.

Se termina mi jornada a las seis y media en punto, como todos los días, el sol ya muestra sus últimos rayos de luz hasta desaparecer por completo. Me cambio mi uniforme de vestido y delantal por mi ropa de falda y chaqueta de cuero negro que uso en la normalidad y mientras tanto, escucho como a las demás chicas que van llegando a su turno de noche siendo dejadas en la entrada por sus padres o parejas... se despiden amorosamente y ellas entran con una sonrisa sin siquiera notar que veo esas escenas constantemente, no solo en ellas, sino en los clientes que vienen aquí. Trato de ignorar eso y me despedido de mis compañeras, especialmente de mi amiga Daisy y camino en dirección a mi hogar... o bueno, a mi hogar de esta semana.

Camino por la oscura ciudad y veo con detalle las luces que se empiezan a encender en cada tienda o puesto nocturno, todo esto que para otros puede ser insignificante, para mi es lo poquito que da sentido a salir y vivir un rato. Llego al hospedaje y entro abriendo mi pequeña habitación, con la puerta rechinando y la ventana un poco rota permitiendo el paso del aire frio, procedo a ingresar y me tiro inmediatamente a la cama para mi merecido descanso bajo la luz blanca parpadeante en el techo que amenaza con dañarse en cualquier momento.

Unos minutos después empiezo a sentir hambre y saco de mi mochila la sopa instantánea que compré para hoy en la noche, siendo este uno de mis mejores banquetes cuando ni siquiera se tiene una cocina en el lugar donde se vive. La pongo a cocinar en un fogón eléctrico que compré el mes pasado y finalmente logro saborear el manjar que tengo en frente acompañado de un vaso de refrescante agua de grifo.

Después de cenar, me pongo mi único pijama o más bien un camisón corto y rojo que logré comprarme como premio por sobrevivir a todo hace unos dos años, me hace sentir sexy, pero no ayuda demasiado a cubrirme del frio. Me adentro en las sábanas, abrazo una almohada pequeña a la altura de mi pecho como de costumbre y de esa forma logro quedar dormida profundamente.

ATADOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora