Capítulo 39

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Erika

Hablo con Deisy para asegurarme que todo marche bien pese a mi falta y me confirma que tiene todo bajo control junto a su equipo y Carina, quien está al corriente de cada punto de la planeación y está ayudando a mi amiga hoy.

Hago un poco de ejercicio en el gimnasio, me depilo, tomo un bolso de tela en el cual empaco un libro junto con lana y agujas para salir a dar una caminata lo más lejos que me permite llegar mi estado físico con un lugar en mente que he deseado disfrutar desde que lo vi hace unas semanas. El día esta soleado, por lo que opté por ponerme una falda larga rosa y un top blanco que me permiten sentir el frescor y disfrutar del clima mientras camino por los pastos verdes del terreno, para que luego de unos veinte minutos empiece a vislumbrar a lo lejos mi destino.

El lago.

Corro emocionada para llegar pronto y me detengo en la orilla del lago quedando justamente debajo de un gran sauce precioso que me brinda sombra permitiéndome disfrutar bajo esta por un minuto del viento fresco moviendo mi cabello con los brazos abiertos y los ojos cerrado.

Se puede apreciar a patos adultos recorriendo el agua clara y a algunos peces. Me siento en la orilla metiendo mis pies en el agua y aprecio el lindo paisaje desaprovechado ¿Por qué Esteban nunca viene aquí? Compró todo el terreno y ni siquiera es capaz de darle un uso.

Saco mi libro y me apoyo contra el tronco del árbol para poder continuar mi lectura mientras el tiempo se me va pasando con el ruido de la naturaleza de fondo.

Pasado un rato mi lectura es interrumpida por el timbre de mi celular.

—¿Dónde estás? Ya está listo el almuerzo.

—En el lago.

—¿Qué haces en esa lejanía? —se ríe.

—Disfrutar lo que tengo, cosa que otros no hacen.

—¿Voy por ti?

—No, me gusta caminar.

—Mejor corre, se enfría la comida.

—Bien, procuraré no tardar —cuelgo.

Me levanto, me estiro y guardo mi libro suspirando por el descanso mental que hacer esto me dio, el tiempo a solas cuando es por elección es muy relajante.

Camino de prisa para llegar rápido a la casa y consigo recortar mi camino llegando sudada, pero en quince minutos, Afortunadamente esta ropa es ligera. En la puerta está Esteban con las manos en la cintura mirando hacia el camino de dónde vengo.

—Podías esperarme adentro —le digo agitada.

—¿Quién dijo que te estaba esperando? Estaba viendo el paisaje mientras llegabas.

—Claro.

Entramos y me recojo el cabello en una coleta de caballo sentándome a comer la sopa de tomate con queso rallado que hizo acompañado de pan y jugo de fresa.

—Te veo mucho mejor, sabía que te sentaría bien el descanso —me dice comiendo.

—Tal vez si me estaba excediendo un poco, es que quiero que salga todo perfecto —le digo jugando con mi sopa.

—Y así será, pero no tienes que sacrificar tu salud para eso, si no descansas de vez en cuando ni siquiera podrás disfrutar del resultado final de tu esfuerzo.

Seguimos hablando, el me comenta acerca de lo que ha hecho en la mañana y luego lavo los trastes yo mientras le hablo de lo lindo que es el lago y como sería bueno hacer un uso más seguido de este.

Cuando acabo ahí caemos en cuenta de que ambos estamos libres.

—¿Y ahora? – pregunto para ver que propone hacer.

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