Capítulo 36

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Esteban

Mis ojos se abren de golpe al sentir mi cuerpo chocando con el piso de la habitación.

—Auch ¿Qué mierda te pasa? —espeto contra el hombre ya vestido y preparado que está de pie al otro lado.

—Discúlpame ¿la princesa quería seguir durmiendo? Olvidaba que la había traído de paseo —dice en tono teatral acomodando su camisa arremangada.

Me incorporo sacudiéndome.

—Vístete, estoy cansado y quiero llegar a mi cama donde no tengo que compartir el colchón con un mocoso mimado.

—Idiota...

—Perdona ¿dices algo?

—Nada, nada...

Me visto rápido, me lavo el rostro en el baño y salimos entregando las llaves a la enfermera quien nos informa que antes de partir la señora Abigail quiere desearnos buen viaje. La seguimos hasta el patio donde cae el sol con todo su esplendor sobre la anciana y sobre las plantas que son mojadas con el aspersor de agua.

Se percata de nuestra llegada y se aproxima con una sonrisa. Estrecha la mano con Richard mientras le agradece por su tiempo y luego me toma de las dos manos con palabras de despedida, justo cuando recuerdo lo que me rondó anoche por mi cabeza antes de dormir.

—Señora Abigail, tengo una duda antes de irme.

—Si, dime.

—Fue muy útil conocer toda la historia de Marcela para entender muchas cosas, pero ¿Cómo es posible que conozca tantos detalles? Para poder saberlo con exactitud tendría que haber estado ahí con ella o la persona que le contó tuvo que presenciarlo directamente... —le digo y ella se ve descubierta.

—Así que lo notaste —asiente con la cabeza —hum, para tu tranquilidad solo puedo decirte que la información es verídica porque viene de una fuente muy confiable. Puedes conformarte con eso.

No dice más y nos desea buen viaje.

Subimos al auto en el estacionamiento de visitantes.

—¿Fuiste al baño ya? —me pregunta Richard antes de arrancar.

—¡AY! No más, ya supéralo.

—Mejor prevenir contigo, porque no pienso detenerme para no alargar los cuarenta minutos.

Emprendemos el retorno y con un poco de música se pasa brevemente el tiempo llegando pronto a donde está Jet y los cuatro escoltas que trajimos. Richard entrega el auto y nos subimos a la nave, pero esta vez no peleo por pilotear, ni siquiera miro la cabina, sino que me apresuro a ver la nevera encontrando el almuerzo que dejé ayer y que ahora usaré como desayuno, a diferencia de Richard quien decide esperar a llegar a su casa para comer.

Como en mi habitación y recapitulo todo lo que descubrí en este viaje, siento que ahora tengo más material con el cual trabajar y poder ayudarla conociendo gran parte de su pasado.

Marco su número en pantalla para avisarle que ya voy en camino.

Erika

Me encuentro cómodamente durmiendo en la cama doble de mi amiga cuando el timbre de mi celular me despierta de golpe haciéndome reaccionar deprisa aliviada cuando veo que es la llamada con la que anhelaba abrir los ojos.

Salgo para no despertar a la morsa que duerme profundamente a mi costado y contesto en la cocina.

—¿Hola? —mi voz sonó con una emoción que no quería denotar.

—¡Hola! Solo es para avisarte que ya estoy a una hora de llegar a Erede —me informa.

—¡Genial! te espero en casa en una hora entonces.

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