Capítulo 67

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Esteban

Bajo mis labios por la piel de su cuello hasta llegar al nacimiento de sus senos, intento no dejarme llevar por el hambre que me produce su belleza para no desgarrar la blusa suelta que tiene puesta, y solo la estimulo por encima de la tela arrancándole suaves gemidos que tanto me excitan.

—Esteban...—jadea con los ojos cerrado cuando chupo sus pezones duros sobre la delgada tela aprovechando que no lleva sostén.

—Reina, como me encantas... —le digo sin dejar de hacer lo mío.

Bajo mi mano hacia la braga que es lo único que la cubre de la parte de abajo, tomo el hilo de esta para bajarlo con lentitud casi cantando victoria por hoy ser el día en que me permita nuevamente sentirla en todo su esplendor, pero en medio del éxtasis del momento escucho a mis espaldas como se abre la puerta de la biblioteca.

—Te traje la merienda, hija... ¡oh! ¡por Dios! ¿Qué están haciendo? —escucho exclamar esa molesta voz femenina.

Erika me empuja rápidamente acomodándose en su silla tapando con brazos cruzados sobre su pecho las manchas de humedad donde segundos antes estaba mi boca. Gruño con fastidio acomodándome el cabello con ambas manos harto ya de esta situación con Marcela, alias "fastidiosa metida" y veo como se mantiene dándonos la espalda para evitar ver obscenidades que podría evitarse si tan solo ¡tocara las malditas puertas!

—¿No le sirven las manos o qué? Se golpea antes de entrar. —espeto respirando profundo para bajar la calentura que ella interrumpió.

Miro a mi esposa y parece un tomate de lo roja que se pone, a mí la verdad me vale diez hectáreas de mierda si ve o no ve algo, es mi casa y mi mujer, ella es la intrusa que tendría que respetar los espacios y ser cuidadosa con los lugares a los que entra, es algo que ya debería haber aprendido luego de todo este tiempo en donde no es el primer incidente de este tipo que ocurre.

—Deja la bandeja ahí, gracias. —atina a decir Erika y así lo hace la mujer antes de salir sin decir nada.

Cuando volvemos a quedar a solas respiro profundo con la incómoda erección todavía activa bajo mi bóxer.

—¿No crees que ya ha sido suficiente tiempo? Imposible que no tengan listo el apartamento aún, ya son tres meses desde que lo pediste.

—Ya me llamaron esta semana, en unos días podrá mudarse ahí y también está lista la seguridad que contraté para que la lleven a donde quiera.

—¿También seguridad? Creo que estas exagerando. —demasiadas atenciones para tan poca cosa como lo es Marcela Brown.

—No lo creo, luego del tiroteo me parece que no está demás que todos estemos protegidos.

—Paul no puede acercarse más de lo que ya ha estado, lo tenemos bajo control.

—No puedes asegurar eso al cien por ciento, sabes que soy el blanco principal y eso puede incluir dañar a Marcela. —responde poniéndose en pie para guardar los libros que dejamos sobre la mesa.

—Lo dudo, quiere vengarse de mí, te persigue porque sabe me arrancaría el alma si te pierdo, pero con tu madre cambia el asunto... —digo desviando la mirada imaginando el panorama en donde Paul me concede el favor de deshacerse de esa mujer.

Si le pasa algo me haría un lindo detalle en realidad, si la quiere solo es que lo diga y yo la envío con gusto envuelta en papel de regalo. Son cosas que pienso constantemente pero que por respeto a Erika no puedo decir en voz alta al haber estrechado lazos con la acabada mujer que la dio a luz, es lo único bueno que ha hecho en su vida.

—En fin, lo importante es que ya está listo donde se irá a vivir, para tu tranquilidad.

Nuestra tranquilidad, querrás decir. —replico marcando la palabra.

ATADOSWhere stories live. Discover now