Capítulo 30

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Esteban

Dos horas antes

Finalmente, las cinco y puedo volver a casa, últimamente he tenido que estar de forma presencial en muchas reuniones y realmente me agota. El cielo está nublado y me pregunto si Erika ya estará en casa, seguramente con esa ropa de peluche que le encanta usar para el frio y que la hace ver como una niña pequeña.

Detengo mi auto para comprar un pequeño bote de helado para llevarle, aunque ella no lo notara yo me di cuenta cuanto se esforzó los últimos días en evaluar perfiles y tomar una decisión correcta frente a la nueva asistente. Se merece un premio de los que le gusta y no me refiero solo al helado, pero el otro viene más tarde.

Mando a uno de mis escoltas a hacer la compra y conduzco a casa, el tráfico me hace demorar aproximadamente una hora y cuando llego busco a mi esposa por todos lados para extrañamente no encontrarla.

Es muy extraño, tampoco sus escoltas están por ningún lado. Puede que esté en otro lado, no tiene que pedir permiso o algo así pero nunca está demás avisar.

Vuelvo a entrar a la casa para guardar el helado y que no se derrita para cuando ella llegue y noto que ya está casi completamente oscuro.

Le marco a su celular unas cinco veces, pero no contesta, intento no ponerme paranoico o hacerme ideas locas en la cabeza, ella tiene su guardia acompañándola a donde sea que vaya. Ni siquiera me cambio de ropa por la inquietud que me intenta envolver, así que no me aguanto más, sin importar que me vea como un esposo controlador marco el número que estaba evitando.

-Buenas noches, Señor – saluda Mack con su típico aire cordial.

-Hola ¿Dónde están? ¿Por qué ella no ha regresado? –

-¿disculpe? No entiendo ¿la señora no ha regresado a su casa? – la respuesta y su tono me dejan helado.

-¿No está contigo? – pregunto pasando saliva esperando haber entendido mal.

-No señor, ella dijo que volvería después de entregar a la secretaria sus cosas. De ahí no sé más. Pensé que estaba en su casa porque no se llevó a ninguno de mis hombres con ella – explica intentado disimular que también lo preocupa.

-Los quiero ver, pero ¡ya! aquí. Les doy veinte minutos para estar en mi patio – no me contengo en mi orden levantando la voz mostrando la preocupación que me empieza a invadir.

-Si señor – corto la llamada.

La impotencia de no saber absolutamente nada de su paradero me hace palpitar mi cien. Tomo uno de los vasos que dejé en la encimera y lo estrello contra el suelo mientras recuerdo los dos atentados contra mi madre cuando era pequeño. Ahora que todos conocen la cara de la nueva señora Harrison su cabeza puede estar valiendo montos inimaginables de dólares, un secuestro sería ideal para enriquecerse porque sin duda alguna lo pagaría con tal de que esté a salvo.

Camino de un lado a otro como loco en mi patio cuando a los diez minutos llegan cinco autos negros y el primero en bajar es el que dirige a los escoltas con un radio comunicador y el celular en la otra mano.

Me habla de cada paso que dio mi esposa hoy y los lugares que frecuenta mandando algunos hombres a esos puntos, él intenta llamar otra vez y nada.

Esperamos un rato más mientras Mackenzie habla con su esposa en caso de confirmar un secuestro. A los cinco minutos después de colgarle a su mujer, entra una llamada que se aleja para contestar mientras yo evito morderme las uñas ¿y si le pasó algo malo de verdad? ¿Cómo me quito la culpa de haberla metido en esto?

Volteo para ver como el más joven de los hombres escucha instrucciones de Mackenzie y luego se dirige hacia a mí. Mis ojos se abren al escuchar el paradero de ella, pero mi miedo se vuelve en un enojo que solo aumenta ¿Cómo puede ser tan irresponsable?

ATADOSWhere stories live. Discover now