Capítulo 45

271 26 16
                                    

Esteban

El día inicia de forma serena, pero con mucha música desde las seis de la mañana, estos abuelitos pese a sus ochenta y seis y ochenta y cinco años cuentan con bastante energía. Las mujeres están acompañando desde temprano a la señora Rosario quien las tiene haciendo varios pasabocas o algo así para esta noche, las tiene amasando y cocinando desde hace un buen rato, lo que para ellas parece ser un juego divertido en el que se tiran harina en la cara muertas de la risa.

Mientras tanto fuimos invitados por el señor Clemente a sentarnos en la mesa de plástico que tienen en el patio de enfrente para tomar un licor "aguardiente" el cual no había probado, no está nada mal, pero no bebo más de dos copitas de plástico para mantener mis límites.

Clemente comparte sus anécdotas cuando fue un hombre joven, nos habla de los cuatro hijos varones y la única hija mujer que tuvo, todos los abandonaron después de casarse y así fue como acabaron con su nieta únicamente como compañía. Nos explica uno que otra tradición que tienen aquí en este mes, también nos felicita por ya haber sentado cabeza a comparación con la mayoría de las jóvenes de nuestra edad que solo quieren vivir su vida sin responsabilidades.

<<Si supiera...>>

Después de almorzar nos mandan a cada uno a prepararnos para recibir al "niño Dios" lo que sea que signifique, lo importante es que nos vamos a cambiar para recibir la navidad a la media noche, cosa que realmente es extraña para mi ya que normalmente estoy dormido para las diez de la noche esta fecha cada año.

Erika se cambia en el baño y sale luciendo uno de los vestidos nuevos que adquirió, amarillo pastel con una abertura en un costado de la falda que da ligeramente debajo de la rodilla. Le hace salir a relucir ese aire inocente que no pierde.

—¿Me veo bien? Siento que el calor hace que se me esponje el cabello, pero no sé si la coleta alta me luzca — me pregunta revisándose.

—La palabra "bien" no abarca lo preciosa que te ves así.

—Oh—se pone nerviosa de repente—gracias, no esperaba la exageración—se ríe—¿no quieres que te dé mi opinión antes de bajar? —dice refiriéndose a mi ropa.

—No te preocupes, confío en que mi atractivo natural no fallara luciendo esta ropa tan bien como las otras que suelo vestir.

—Que humilde.

—Siempre.

Le ofrezco mi brazo para bajar y ella lo acepta.

—¡Pero que belleza! —exclama la señora Rosario al vernos—ambos parecen una pareja de supermodelos, como esos que salen en la tele.

—Lo sabemos—un pisotón no tarda en llegar causándole gracia a la señora frente a nosotros.

—Quiso decir, gracias —dice mi esposa sonriendo.

Erika se suelta de mi y todos ayudamos a pasar lo que los ancianos nos piden, hay comida por montón y conocemos nuevos platillos como la natilla en muchas presentaciones, panecillos redondos a los cuales llaman "buñuelos" y son mis favoritos hasta ahora, también tienen arroz con leche que parece más el vomito de un bebé y como plato principal unos tamales que ya conocía de una visita que hicimos con mis padres a México, aunque supongo que algo de diferente tendrán.

Hay muchas más comidas tanto de dulce y de sal para ir degustando en lo que dan las doce, pero no como mucho, prefiero tomar bebidas frías para este calor.

—Estoy muy contenta de este año poder tener la casa llena. Hace mucho que no teníamos esa dicha.

—Hay algo que no comprendo ¿Por qué sus hijos no los visitan? —pregunta Daisy sobre las piernas de Mason.

ATADOSWhere stories live. Discover now