Capítulo 73

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Esteban

Marcela Brown falleció un jueves diecisiete de marzo recostada y en paz con su hija en brazos luego de que ella le concediera audiblemente su perdón. Su rostro cansado y acabado con tan solo cincuenta y dos años terminó con una expresión de serenidad, estoy casi seguro de que esa mujer pudo liberarse y por fin descansar al poder tener la certeza de que su hija ya no le guarda rencor y que le confesara que la ama, cosa que jamás pensé que escucharía. Oí a la distancia partes de su última conversación y pese a que no le tuve ningún cariño a mi suegra, admito que la situación me movió fibras en mi interior, especialmente luego de tener que cargar a mi esposa hasta la casa con disimulo para que nuestros hijos distraídos por su abuelo no la viesen desmallada por la impresión del adiós final que dio a la mujer que la dio a luz.

Han transcurrido de esto tan solo dos días, pero se siente como si hubiese pasado más tiempo.

Miro al suelo donde yace el ataúd dentro del agujero y luego proceden a taparlo con tierra bajo el manto oscuro del día nublado que hace hoy. Mantengo a mi esposa abrazada por detrás, lleva unas gafas oscuras y un vestido negro largo con mangas de la misma longitud, parece estar serena viendo el entierro, pero al tenerla tan cerca siento esos hipidos que no puede ocultarme a mí. Mi hija me abraza mi pierna derecha triste y los niños se refugian en su abuelo quien los mantiene pegados a cada uno de sus costados.

Thomas no se reprime y llora en toda la ceremonia, Hanna deja caer lágrimas en silencio junto a nosotros, pero Derek solo tiene la mirada apagada y melancólica puesta en donde su abuela yace ahora, es tan reservado y asimila las cosas de forma distinta a los otros dos, me recuerda tanto a mi Erika, quien reprime lo que siente para no preocupar a nadie y por un largo tiempo eso le hizo mucho daño.

—Papi—me jala de la ropa mi niña—¿es ahí? ¿allí están ellos? —señala no muy lejos de donde se enterró el cuerpo de mi suegra y trago saliva entendiendo a lo que se refiere.

Erika se zafa suavemente de mi agarre y acaricia mi brazo forzando una sonrisa.

—No estoy seguro, princesa... —digo respirando profundo.

—Si, es justo ahí—asegura Richard acercándose con mis dos hijos—, le aseguré a Marcela que le daría el honor de ser enterrada junto a mis otros dos grandes amigos y así lo cumplí hoy.

De repente siento un sudor frio en la nuca y Erika me toma de la mano para que sigamos al hombre mayor hacia las dos lápidas que se encuentran pegadas una a la otra. Cuando estoy enfrente de estás siento que mi mente retrocede hacia mis dieciocho años, cuando me negué rotundamente a hacer parte de esto, a ver los cuerpos o enterrarlos, no tenía idea de en donde estaban hasta hoy que por fin enfrento esto rodeado de la poca gente que quiero.

—Son los otros abuelos ¿verdad? —pregunta Hanna pasando su mano por la impecable lápida de mi madre— "Estela Harrison: la mejor madre, esposa y amiga" —lee el texto pausadamente.

—He visto fotos de ella, era muy bonita.

—Tienes toda la razón, Thom—suspira Richard con una sonrisa serena mirando el suelo—. Tu abuela fue la mujer más hermosa que mis ojos han visto.

—Pero mi mami la supera—en medio del ambiente triste, Thomas nos hace reír con el comentario.

—En eso te apoyo—le palmeo el hombro.

—¿No sabias que estaban aquí? —Derek siempre tan atento a todo.

—No.

—¿Nunca habías venido antes?

—Jamás, hijo...

—Si es así ¿no quieres un momento a solas con ellos? Debes tener cosas que decirles a tus papás —todos los adultos lo volteamos a ver con ternura y yo con asombro al sentir que es mayor en su edad mental a comparación de su edad física.

ATADOSWhere stories live. Discover now