Capítulo 23

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Erika

- Frena ¡pisa el freno! - el auto de Esteban se sacude violentamente.

- Lo siento... - me disculpo apretando el volante.

Esteban se encuentra sujetando fuertemente con una mano la manija del techo, con la otra su asiento y con el cinturón de seguridad bien ajustado. Intenta disimular su cara de espanto, pero no lo logra.

- No te disculpes - suelta todo con una risa nerviosa - vas bien es solo practicar más.

Me palmea la cabeza como si fuese un perro.

Esta mañana desperté junto a él en la cama de la cabaña y luego fuimos a desayunar para posteriormente bañarnos y revisar los trabajos del día de hoy como dueños anunciados. Esteban se sentó por aproximadamente una hora en su escritorio frente a la computadora revisando y enviando correos que le solicitaron. Yo por mi parte hice caso a lo que me advirtió Richard y estuve pendiente de mi laptop y celular, pero lo único que me solicitaron fue abrir redes sociales nuevas con mi nuevo apellido para hacerlo un perfil profesional, y me recordaron el que tengo que asignar una secretaria para ambos, más para Esteban que para mí en realidad.

Cree los perfiles sin foto aún, pero por medio de estos que me enlazaron a las empresas pude hacer el anuncio de para que se postulen las candidatas a secretarias y con eso concluí el trabajo de hoy. Esteban tardó más en terminar y ese tiempo lo utilicé en revisar las noticias en las que finalmente salíamos como pareja publica, nuestras caras rondaban en gran parte de las redes sociales y de esas fotos logré escoger una mía para mis perfiles.

Luego de eso hice un almuerzo rápido y para cuando Esteban acabó su trabajo pudimos comer juntos comentó como nos fue.

Al terminar el recordó lo que hablamos en la noche y no pude escapar a sus clases de conducción. Y heme aquí, dos horas en los potreros y no se en que estoy fallando. Además, he de admitir que mi esposo no destaca por sus habilidades de enseñanza.

Vuelvo e intento y algo vuelve a fallar, así repetidas veces y desde aquí logro ver por primera vez en donde están ubicados los guardaespaldas de la casa los cuales nos miran con lastima, o bueno, a mi me miran con lástima. Son dos los que están dentro de un coche negro.

- Mañana podemos volver a intentarlo. Puedes estudiar más de la teoría para conducir ya sí te sentirás más segura - me anima el hombre a mi lado.

Ya tengo clara toda la teoría, pero la práctica no se me da. Ya es jueves y no he avanzado más que meter el primer cambio y andar en círculos frenando abruptamente.

- Bueno ¿has visto que modelo te gustaría comprar mañana? - me pregunta Esteban en el asiento de copiloto y no se si tomar el comentario como burla. Giro mi cabeza lentamente hacia el fulminándolo con mis ojos.

¿De qué sirve comprar el auto más bello que encuentre si ni siquiera puedo trasportarme decentemente con él?

De repente el auto que siempre vigila de lejos se acerca de forma inesperada a el nuestro. Esteban se pone alerta frunciendo el ceño y bajamos del vehículo para ver el porque de ese inesperado acercamiento.

Del auto negro baja únicamente el piloto bajo la vista miedosa del copiloto.

- Buenas tardes, señores Harrison - se acerca el hombre de unos aproximadamente treinta y siete años con mucho respeto en la distancia personal - creo que nunca nos hemos presentado, soy el principal guardaespaldas de ustedes dos. Mi nombre es Mackenzie Duncan. - nos dice poniendo una mano en su pecho con una sonrisa cordial.

Yo le ofrezco la mano y el la acepta, mi gesto obliga a Esteban a imitarme de mala gana para no pasar por grosero con la persona que se encarga de su protección.

ATADOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora