Capítulo 34

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Esteban

Entramos a la enorme casa con techo de baldosa de arcilla que le da un encanto pueblerino sin quitar el lujo que obviamente emana. Pasamos por el pacillo principal viendo en el camino a los costados salones, uno de bingo, otro de tejido, otro de televisión, otro de pingpong y otro de lectura. Atravesamos todo esto para salir del otro lado llegando a los jardines que vi a lo lejos al llegar.

En este lugar aguarda sentada en una mecedora una dulce anciana que muestra los setenta y dos años que decía en el informe que leí. Viste con un vestido acorde a su edad color beige junto a una pañoleta transparentosa color rosado pastel que posa sobre su cabeza decorando su cabello blanco.

—Señora Gauthier, llegaron los caballeros que desean hablar con usted —le dice la enfermera cerca al oído a la anciana.

La mujer mayor levanta su vista regalándonos una sonrisa que transmite mucha paz.

—Por supuesto, tráeles dos sillas, por favor.

—Es un gusto conocerla, señora Gauthier —Richard le da un suave apretón de manos a la mujer.

—El placer es mío, señor Richard, pero por favor, llámenme, Abigail.

—Claro, Abigail – le responde Richard.

Llega la enfermera con las dos sillas y la anciana se fija en mi con ilusión.

—Y tú debes ser el esposo de una de mis tantas niñas ¿no es así? —me dice con ilusión.

—Si señora, es un gusto conocerla —le estrecho la mano.

—Que gusto ver que una de mis muchachas consiguió casarse con un joven tan apuesto y educado.

Richard se ríe y yo me siento a la vez que agradezco por el cumplido quedando los dos frente a la mujer.

—Bien, lo primero. Necesito que me refresquen la memoria, entenderán que esta vieja vio muchas niñas pasar por el orfanato y me es difícil distinguir a una solo con el nombre —nos dice poniéndose sus lentes para ver mejor.

—Claro, no tengo ninguna foto de mi esposa cuando pequeña, pero si unas recientes, tal vez la logre reconocer. Se nombre es Erika Brown, nos gustaría conocer de su historia, como llegó a parar al orfanato y saber si en el tiempo que usted compartió con ella ocurrió algo fuerte que pudiese marcarla.

Saco mi celular buscando la foto en mi galería, cuando la encuentro le hago zoom y le doy el celular a la señora. Ella analiza la foto y en un momento sus ojos se iluminan y acaricia el teléfono.

—Pero ¿cómo podría no reconocerla? Ese cabellito chocolate y sus ojitos verdes llenos de tristeza silenciada —suspira —esa niña fue una de las más cercanas a mí, pasó dos veces por mis manos. El día que llegó me la encargaron a mí, yo dediqué mi vida al servicio de los huérfanos y cuando la conocí yo tenía cuarentaicinco años.

Me devuelve el celular y parece que viaja por sus memorias cuando sonríe con nostalgia mirando al cielo.

—Por favor, cuéntenos todo lo que sepa de ella. Es importante para mí, para poder ayudarla.

—¿Qué tiene la pobrecita? Yo estaba tranquila al verla triunfando en esta foto y con un esposo que parece quererla y que se preocupa por ella. —pregunta preocupada.

—Sufre de pesadillas que no la dejan en paz, como si algo la atormentara y algo me dice que la raíz está muchísimo tiempo antes de que yo llegara a su vida. Quiero hallar la fuente de su dolor y ayudarla como pueda. —me sincero olvidándome por completo de que Richard no conocía todo el contexto.

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