Capítulo 74

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Esteban

-¡Hanna!

Mi corazón late desbocado en mi pecho, como un tambor furioso anunciando la inminencia de lo que mis ojos terminan viendo. Escucho el grito de Erika que queda pasmada por la degradante imagen que encontramos y no puedo terminar de creerlo asqueándome y tensándome en segundos.

Los ojos de mi hija se abren con sorpresa cuando es jalada del brazo por mi agarre consiguiendo apartarla de la sucia pared donde estaba acorralada y gimiendo muy a gusto como una cualquiera hace segundos con el repugnante que vimos bajar de la moto minutos antes. No la puedo ni mirar, tiene el top corrido y los pechos al aire, ni hablar de la corta falda levantada.

Todo en mi se llena de esta abrumadora cantidad de ira, mientras no termino de procesar la escena, simplemente no puedo creerlo. Los segundos en los que me cuesta reaccionar son más que suficientes para que el animal con el que se estaba revolcando en la basura ya haya tomado distancia, pero mi mano en automático saca del bolso que lleva Erika el arma y disparo sin pensar en nada. Estaría muerto ahora mismo si Hanna no se hubiese lanzado y dañado la puntería del tiro certero que acabo de soltar y que hace eco en el despreciable lugar.

-¡Papá! ¡basta! ¿¡estás loco!?

Mi mirada logra posarse sobre ella ya con la ropa cubriéndola y con su madre sujetándola con decepción en su mirada mientras mi hija intenta soltarse de su agarre. A penas y puedo mantenerla en frente sin gritarle cosas de las que me puedo arrepentir.

-¡Cállate! -da un brinco ante mi grito-solo quédate callada, Hanna, no digas nada... ni siquiera puedo mirarte a los ojos.

-Pa... -su voz se quiebra y simplemente la tomo del otro brazo para sacarla a rastras junto a Erika quien parece no poder hablar luego de lo que vio.

Subo a la camioneta, mi esposa obliga a nuestra hija a entrar y las dos van en los asientos traseros mientras yo comienzo a manejar a toda prisa para poder llegar a mi casa, las llantas chirrean y mis nudillos se ponen blancos por la fuerza con la que agarro el volante para no desquitarme con la persona que va atrás.

-¡Suéltame ya, mamá! Déjame-escucho que discuten.

-Has silencio, Hanna... -le dice ella mirándome por el retrovisor, tampoco quiere verla.

El camino continúa en silencio y pronto llegamos a nuestro destino. Soy el primero en salir para abrir atrás y sacarla del auto frente a la vista de los escoltas que custodian la casa, me duele la cabeza y solo quiero entender el porqué de esto.

Ingresamos a la sala y Hanna corre por las escaleras en dirección a su cuarto como ya lo había previsto consiguiendo llegar a tiempo para impedir con mi mano que se encierre y así nos diga las cosas a la cara.

-Hanna ¿Qué estabas haciendo allá? -logra preguntar Erika siendo la primera en acercarse a ella en un intento por ser comprensiva.

-Creo que vieron lo suficiente para responderte sola esa pregunta ¿o tengo que explicarlo con dibujitos? -se cruza de brazos de forma altanera. Siempre ha sido contestona, pero nunca con ese tinte de grosería con el que habla ahora.

Erika se sorprende con la respuesta y yo la aparto suavemente respirando profundo para poder hablar civilizadamente, ya me duele la mandíbula de lo tenso que estoy.

-¿Qué te está pasando? Tu no eres así, quiero comprender lo que vi hoy-intento ser razonable pese al asco que aun siento- ¿Quién era ese imbécil con el que estabas?

-No lo llames así-saca su teléfono y sonríe al ver su celular el cual le rapo para ver que es lo que ve.

-¿Quién te mandó ese dinero?

ATADOSWhere stories live. Discover now