Capítulo 37

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Erika

—Mueve eso más a la derecha, por favor —inclinan el letrero a donde les indico con la mano.

—¿Mejor? —preguntan desde arriba.

Inclino la cabeza alejándome para ver mejor.

—Si, así está bien —digo y me responden con un pulgar arriba ajustándolo en su lugar.

Reviso la planilla y mi celular para verificar que Daisy haya subido las imágenes de la preparación del evento en la página oficial. Estamos a una semana de la inauguración por lo que vine a supervisar la decoración y logística, también tomamos algunas fotos para el marketing y la emoción me tiene trabajando a mil por hora, siento como si yo misma hubiese construido este lugar perfecto para descansar.

Es un terreno gigante de casas adecuadas para cantidades específicas de personas según la reserva, está ubicado en la ciudad de Shul y aquí el clima es perfecto para un tiempo de tranquilidad en familia o a solas, definitivamente los hoteles El Edén no han labrado su buena fama de gratis. Me quedaré hasta después del almuerzo para regresar no tan tarde a mi casa, el viaje en auto hasta Erede es de ocho horas por lo que no extenderé más de lo necesario mi tiempo aquí hoy.

—Buen trabajo ¿ya está en bodega la tarima?

—Así es, señora - me responde uno de los trabajadores.

—¿Mesas y sillas? Ya confirmaron todos los invitados más importantes, pero necesito que sobren al menos unas cincuenta sillas para aquellos que no sean invitados oficiales, que al menos puedan tener un espacio atrás para ver el discurso y la apertura.

—Claro señora, sin problema lo conseguimos. No se preocupe que todo saldrá como lo tiene planeado.

—Eso espero, ha sido mucho tiempo invertido.

Los dejo seguir trabajando y me voy a la casa que es para Esteban y para mi cada vez que deseemos venir y saco mi laptop para ver mi horario verificando que tengo una clase que da inicio en diez minutos, por lo tanto, me acomodo en una mesa abriendo mis apuntes preparada para cuando se enciende la clase virtual y el profesor empieza a hablar.

Esteban

Termino una videoconferencia desde mi oficina, le pido a Carina que me traiga un poco de café y reviso los informes de la planeación que me ha enviado Erika preguntándome si ella sabe que su cuerpo le puede pasar factura si no empieza a relajarse un poco y descansar. Esta plenamente entregada al proyecto, se ha apropiado de mis negocios de una forma sobresaliente y no es que me moleste, para mi mejor tener una compañera que se encargue de todo lo que a mí no me gusta hacer, pero a veces siento que se adentra tanto en el trabajo y estudio para escapar de sus pensamientos cuando está sin nada que hacer.

—Aquí tiene, señor Harrison —entra Carina dejando el café sobre mi escritorio.

—Ya te dije que no me digas así, me haces sentir más viejo de lo que soy —le digo serio sin mirarla mientras sigo leyendo el informe.

—Discúlpeme, pero es cuestión de respeto. Sigue siendo mi jefe pese al buen tarto que me han brindado usted y su esposa.

—Hagamos algo, como mínimo no me llames por mi apellido sino por mi nombre ¿mejor?

—Eso sí puedo hacerlo —asiente sumisa.

—Excelente.

—Me retiro, estoy aquí afuera por si me necesita.

Ha resultado ser una asistente muy útil, aunque prefiero dejársela a Erika para que la ayude en todo lo que tiene que hacer, le sirve más a ella que a mí con tareas menores, sin embargo, en esta ocasión no la acompañó hasta Shul porque yo tenía pendientes que requerían a mi asistente.

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