Capítulo 69

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Erika

Gracias a nuestro sueño profundo, el viaje de diecinueve horas se transforma en uno que se siente de dos horas, despertamos al siguiente día faltando poco tiempo para aterrizar. Cuando bajamos del avión todo está oscuro, en Cecania son como las cuatro de la mañana, pero aquí son las diez de la noche y es así como nuestro horario biológico se vuelve un desastre. Un auto nos lleva al lugar privado donde reservamos y no tengo que dar muchos detalles acerca de que tanto hacemos en el transcurso de los siguientes treinta días en los cuales nos desquitamos de los tres meses de abstinencia, nos olvidamos de todo y lo máximo que salimos a conocer del lugar es la zona de playa privada en donde experimentamos un poco y solo me quedan de recuerdos la palmera en donde mi esposo me empotra con fiereza todas las veces que se le antoja.

La luna de miel se termina y al volver a Erede todo anda mejor que nunca, ya voy casi por la mitad de mi carrera, estamos en nuestro mejor momento ante la prensa, como empresarios y esposos. Noviembre es el mejor mes para el turismo porque desde este punto es cuando la publicidad y reservas en los hoteles empieza a ser más llamativo, por lo que en el área de marketing lo damos todo en la oficina centra con propuestas de Daisy que vamos ejecutando junto a nuestro equipo de trabajo, Carina es una gran ayuda para estos ajetreados momentos y realmente agradezco poder trabajar cuando se me antoje desde la comodidad de mi casa considerando la cantidad de pendientes que tengo, podría delegar sin problema pero es divertido tener varias cosas que hacer.

Llego a mi casa luego de aceptar una salida con Marcela para tomar un café y cuando entro me llama la atención el silencio que reina porque tenía entendido que Esteban salió primero que yo y ya debe de estar aquí. Dejo mi bolso sobre un asiento y reviso en varios lugares con inquietud, tal vez esté en los jardines, pero algo me dice que no es así, así que subo al segundo piso revisando mi habitación, las otras dos de enfrente y el baño privado, pero nada, hasta que un ruido del pasillo capta mi atención hacía el baño de afuera al cual me acerco en silencio y abro rápido sorprendiéndome al encontrar en el suelo junto al retrete a Esteban pálido.

—No te escuché lleg...—es interrumpido por una arcada que lo hace vomitar.

—¿¡Qué te pasó!? Por la mañana estabas bien—me acerco y toco su frente sintiéndolo frio y sudado.

Termina de devolver la comida y se apoya para levantarse con cuidado mientras le entrego un vaso con agua preocupada y lo recibe con expresión cansada.

—No es nada, seguro algo me cayó mal—se bebe el agua de un tirón—, pronto se me quita.

—Estas blanco y sudas frio ¿hace cuando estas así?

—Salí temprano porque me sentía algo mareado, como desde hace una hora estoy aquí—responde como si no fuera nada.

—¿¡Porque no me llamaste!? O un mensaje por lo menos para traer medicina o algo.

—Porque no es nada grave, en un rato vuelvo a estar perfecto... —me dice agarrando su cabeza con ambas manos dejando caer el vaso.

—No, dudo que esto sea cuestión de horas—lo tomo para llevarlo conmigo hasta la cama de nuestra habitación.

Abro las sábanas para recostarlo y lo cubro acomodando las almohadas.

—Estás exagerando.

—Cállate, tienes que descansar. Iré a preparar algo para el estómago ¿te duele verdad?

Asiente.

Bajo a la cocina y busco en internet que puede ser útil para esto, le pregunto también a Marcela por mensaje quien se preocupa al pensar que soy yo quien se puso mal, pero al decirle que es para mi esposo solo me sugiere comprar una pastilla genérica de dudosa procedencia, así que prefiero no arriesgarme y mejor seguir los consejos de internet.

ATADOSWhere stories live. Discover now