XI. Obito

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Sakumo suspiró al momento de llegar a su casa y se apoyó en la puerta mientras sentía una gota de sudor caer por su rostro.

Este día, sin más, fue el día más abrumador e impactante que ha recibido en mucho, mucho tiempo, esto lo agotó incluso aún más que las constantes críticas de la aldea hacia él, porque los ojos de esos dos niños parecían quemarlo vivo y lo asustaban un poco.

-y, por alguna extraña razón, sentía que debería temer con que la niña lo dibujara semidesnudo o directamente desnudo-.

Al final del día, se hizo tarde y Jin no pudo hacer el retrato que quería de él con sus invocaciones, pero Sakumo la consoló suavemente diciéndole que el próximo fin de semana estaría libre y ella podría retratarlo como quisiera -y, de alguna manera, sintió que estaba haciendo un trato con el diablo, que raro, ¿no? Ella solo era una niña pequeña-. Pensando en esos aterradores niños, Sakumo se adentró en su hogar mientras se quitaba las sandalias ninja.

—Estoy en casa —habló suavemente Sakumo y fue recibido por el silencio de su hogar.

Era bastante tarde, casi entrada la noche y por ello mismo Sakumo, como adulto responsable, fue a dejar a los dos niños a sus respectivos hogares. Primero dejó a Obito en su residencia, en donde fue recibido por su amable abuela Uchiha que le agradeció cuidar de su nieto y jugar con él, la señora le dio un par de dulces y luego se adentró en su hogar con Obito.

Eergg... ir a dejar a Jin a su hogar fue más complicado, principalmente porque la abuela de Jin casi lo secuestra diciendo que estaba en los huesos y cómo era posible que un shinobi estuviera tan delgado -él no estaba delgado, tenía su parte justa de masa muscular y, no era por presumir, pero era bastante denso y trabajado debajo de su ropa estándar shinobi-, luego empezó a regañarlo por no comer como debería, empezó a decirle que su piel estaba amarillenta por falta de comida y empezó a darle un montón de cosas para la piel, el cabello, la nutrición y puede o no, que la mujer técnicamente le haya lanzado un libro de cocina a la cabeza -justo lo que necesitaba y que venía a pedir, ni siquiera tuvo que decirlo, aun así, no lo hace menor vergonzoso- y Jin se escondía detrás de la puerta riendo traviesamente mientras él era abrumado por su intensa abuela que, para ser tan vieja y no ser una shinobi, estaba bastante en forma si podía llegar a someterlo tan bien con sus gritos e intensidad.

Al final, Sakumo regresó a su casa con dos abrigos sobre su cuerpo, tres bufandas en su cuello, dos bolsas repletas hasta el borde y una mochila a punto de estallar.

Sakumo no quiere volver nunca más a esa casa.

Claro, la señora fue muy amable y dedicada con todo, pero era... eergg... muy... apasionada en su discurso sobre cuando debería comer como shinobi y, si se hubiera quedado más tiempo, Sakumo teme que le hubieran obligado a abrir su boca y metido una cuchara llena de comida hasta la garganta, dándole toda la comida que pudiera encontrar esa señora en su casa hasta dejarlo como una pelota redonda y pesada.

Eh... bueno, al menos no tiene que buscar la cena en un restaurante a estas horas ni cocinar porque la señora le dio diez -originalmente le iba a dar treinta si no fuese porque Jin lo ayudó a escapar por la ventana al ver su pánico- tuppers con diferentes tipos de comida, al parecer el producto de los entrenamientos por cocinar de Jin.

Suspirando ligeramente, Sakumo metió los tuppers al refrigerador, excepto uno, y lo recalentó a fuego lento antes de servirlo en un plato.

—Gracias por la comida —murmuró Sakumo con las manos juntas antes de empezar a comer—. Sabroso —el albino parpadeó ligeramente sorprendido.

So Simp [Yandere! Uchiha Obito]Where stories live. Discover now