LV. Madre

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En un mes, lo único que ha cambiado en la vida de Jin desde que se deprimió porque no ha visto ni siquiera un cabello de Obito, es que su madre vino a buscarla e intentó reanudar su contacto con ella.

Honestamente, Jin no estaba segura de querer creer que ella cambió en algo, sus palabras destrozando su autoestima hasta volverla una sumisa sombra de esposa obediente aun escocían profundamente en su interior, los golpes en su pantorrilla si se equivocaban o los castigos fríos si es que algún profesor no la calificaba en menos de excelente aún estaban grabados en sus huesos, pero bajo la esperanza de los ojos de su abuela, Jin hizo el intento de abrir una incómoda brecha para que pasara su madre.

Por supuesto, su padre no estaba nada de acuerdo con esto, esa mujer le hizo mierda la infancia y, luego de años de unirse a ella y que Jin le confesara todo lo que había vivido bajo la tutela de Ema, Banri estaba muchísimo más que furioso de la sola idea de que esa perra hipócrita hubiera vuelto a sus vidas.

Incluso trató de recuperar a su padre, pero lastimosamente, la próxima vez que vino, Sakumo-san estaba un poco impaciente y su padre no pudo atenderla por estar ocupado en... asuntos.

Por supuesto, siendo la mujer irrazonable y con derecho que era, creyéndose que Banri jamás podría olvidar a una mujer "excepcional y única" como ella, interrumpió en el cuarto llevándose una sorpresilla que la hizo ponerse roja de la ira y humillación que sintió al ver a su ex esposo siendo acorralado por un hombre.

Jin suspiró internamente mientras tomaba distraídamente de su batido de fresas mientras su madre tomaba un caro y raro té, ambas sentadas en la zona más lujosa de Konoha.

—No deberías tomar eso, tanta crema y dulces te harán engordar —señaló su madre y Jin suspiró internamente.

—Soy una Kunoichi activa, madre, mi consumo de calorías es mucho más alto que el de las mujeres civiles —Jin estuvo tentada a rodar sus ojos un poco—. Debo comer cuatro veces más que una persona promedio o me desmayaré en una misión y me matarán —dijo con simpleza y mordió una de las frutillas decorativas.

Modales... —gruñó ligeramente la mujer al verla comer con las manos y Jin, efectivamente, rodó los ojos— ¿Acaso sigues con ese... indecente e incivilizado... "trabajo" tuyo?

Si, madre, sigo siendo una Kunoichi —Jin sonrió ligeramente—. Y, de hecho, soy una de las pocas Jounin que hay en Konoha —tarareó ligeramente Jin feliz y tomó un sorbo contento de su batido—. No es por presumir, pero en términos de fuerza soy bastante decente...

—Así que ni siquiera calificas para lo mejor, patético.

La sonrisa de Jin cayó.

—¿Por qué quisiste intentar "recuperar los lazos perdidos" tan repentinamente, madre? Según tengo entendido, bien podrías esperar que estuviera muerta en alguna zanca por allí —se burló Jin como si no hablara de su propia muerte—. Han pasado casi ocho años desde que no te veo, me extraña que de repente te intereses en mi.

—No ha pasado demasiado tiempo —descartó la mujer y Jin arqueó una ceja.

—Retrasé mi graduación para estar junto con mis amigos y nos graduamos a los nueve años, a los meses sucedió el divorcio luego de que padre se enterara de cómo me golpeaste y, finalmente, a los diez, casi once, dejaste de aparecer en las visitas programadas, alegando que tenías cosas más importantes que hacer o negocios que cerrar que visitar a tu deshonroso y patético error. Ya tengo dieciocho, madre, solo has las cuentas.

—Mm... ¿Ha pasado tanto tiempo? —tarareó la mujer dando un suave sorbo a su té, ignorando olímpicamente todo lo demás—. No mucho en el mundo de los negocios, unos cuatro o cinco años no construyen una empresa fuerte y dominante como la nuestra, solo un iluso o novato podría esperar resultados inmediatos.

So Simp [Yandere! Uchiha Obito]Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum