LXXVII. Resaca

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Al día siguiente, Jin recordó porque odiaba con pasión el alcohol y beber hasta que se le olvidara porque empezó intoxicase con ese veneno de acción lenta. Jin podía sentir como su cabeza quería tomar sus propias decisiones y salir de su cuello, mientras que su cráneo partirse en dos y hacerse polvo a la vez que su cerebro quería declarar la independencia a través de una brutal y sangrienta guerra civil en donde todos sus músculos y nervios serían las desafortunadas víctimas de la rebelión de su cerebro fuera de su cráneo y cuerpo.

—¿Estás despierta? —Jin hizo un sonido agónico como un perro moribundo exhalando sus últimos suspiros de vida y la puerta se abrió lentamente acompañados por los chirridos de los lamentos de aquellos que están en el infierno pagando sus pecados— Te traje una pastilla para la resaca... —y entre los lamentos apareció un ángel—, un vaso de agua —un ser celestial—, jugo de naranja endulzado con miel —que iluminaba la habitación con su inmensa bondad— trozos de manzana cortados, una sopa ligera para que no te caiga mal en el estomagado y un pan —era simplemente un ser divino bajo las manos santas del Gran Señor.

Hayate apareció con una bandeja de comida tratando de hablar lo más suave que pudiera -sabía que las resacas eran de lo peor- mirando el lamentable estado de Jin y sus ojos se llenaron de una ternura y compasión inigualables, Jin parecía un paciente terminal dando sus últimos alientos de vida -cuando en realidad solo estaba experimentando una terrible resaca-.

Jin sentía como si Hayate le estuviera gritando en los oídos, incluso si el hombre estaba hablando tan bajo como un mosquito.

Jin odiaba los mosquitos, son tan molestos.

Solo que este mosquito era un ángel disfrazado del ser más molesto de la historia universal.

—Muchas gracias —Jin parecía pez agonizando fuera del agua, parecía realmente lamentable, totalmente apaleada, con la ropa arrugada y desordenada, por lo que Hayate la ayudó lenta y suavemente a sentarse en la cama para que pudiera beber el agua sin atragantarse y tragarse la pastilla para el dolor de cabeza sin morir en el intento—. Eres un cielo, Gekko-san.

—Puedes decirme Hayate, Habibi-san —habló suavemente Hayate mirando como Jin mordisqueaba un trocito de manzana con los ojos hinchados y cerrados, parecía tan lamentable, pero considerando cuanto lloró la noche anterior mientras fingía ser su pequeña yo, era comprensible que apenas pudiera abrir sus bonitos ojos de corazón.

—Llámame por mi nombre entonces —Jin comió los trocitos de manzana como un niño que no sabe comer, casi como si en vez de dientes tuviera encías y fuera un pequeño bebé baboseando toda la manzana.

Ah~ dolor de cabeza, mareos, náuseas, fatiga, sensibilidad a la luz y al sonido, su corazón latiendo molestamente rápido...

Si, Jin odiaba beber.

—Te traje chocolate amargo —habló Ebisu desde la puerta y Jin gimió miserablemente como un Zombie porque el hombre ni siquiera se tomó la molestia de hablar en un susurro como el ángel con ojeras—. Vamos, amante de lo dulce, sé que odias con pasión el chocolate amargo, pero esto es por tu resaca, así que come todo obedientemente, agujero sin fondo.

—¿Por qué me tratas tan mal? —Jin lloró lágrimas en su forma chibi y Hayate intentó consolarla nerviosamente, sus manos le daban palmaditas nerviosamente en la espalda a Jin y ella se aferró rápidamente en su forma chibibizada a su costado llorando lamentablemente en su camisa estándar shinobi, puesto que aún no llevaba puesto su chaleco antibalas.

—Recordé que le ganaste a Anko comiendo dangos, a menos de que los hayas metido en tus sellos de almacenamiento, no hay formas de que te los comas todos sin ser un agujero negro —Ebisu colocó el chocolate negro al lado de la cama, Jin rápidamente lo abrió y sacó un trocito metiéndoselo a la boca como una niña emocionada por el chocolate.

So Simp [Yandere! Uchiha Obito]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora