Capítulo 25: El día en que todo se desmoronó

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Durante décadas siempre fue de la misma manera. Un solo rey, una sola corona que predomina a toda una nación, y que fuese bendecida por los mismísimos espíritus.

Desde el principio de los tiempos, se encarnó la tradición del reinado dorado y de su sangre pura sin mezclas de ningún tipo. Eso quiere decir, que de ninguna forma se aceptaría el reinado de un ser que no fuera legítimo de la realeza. Por ello, se tomaban muchas medidas y se les era prohibido el acercamiento a personas de baja alcurnia, por lo que era casi imposible que un campesino ordinario conociera, o siquiera haya visto al rey o a sus hijos. Esto no quería decir que no estuvieran al tanto de su gente, ya que siempre eran informados y se enviaban varios hombres que les transmitían lo que pasaba fuera del castillo. Obviamente eran sujetos educados para aquellos trabajos llamados "Birbon", mejor dicho como Birbones. Ellos debían tener la palabra verdadera, sin mentiras ni dar saltos en la información que emplearían a los altos nobles. Si algún Birbon dijera falsas noticias o agregado otras también doblemente equívocas, y fuera descubierto, tendría que ser exiliado, o en los peores casos asesinado. Pero si en cambio, a este no se le descubriera, sería como si de a poco el reino estuviera perdiendo ladrillo tras ladrillo, lo que desestabilizaría a todo el pueblo y a su rey. Si este caso se diera, no sería por otro motivo que el de destronar al líder y provocar estragos.

Partamos del rey dorado y visualicen aquellos tiempos de menor comodidad y tosca educación que se fue trasformando al ras de los años hasta llegar a nosotros, personas pensantes y cultas. A diferencia de muchos otros reyes, él era un justo líder, el cual fue llamado "Gilber: el Benévolo", por ser el soberano que más pensó e hizo por la gente, que para el mismo. Además, fue muy querido y amado por todos, por su actitud gentil y piadosa. Su reinado prospero por muchos años, en los cuales al cumplir veinticuatro, tuvo dos hijos con la esposa y reina Farabel, llamados por ella como sus dos bendiciones, ya que fue un doble nacimiento. Mellizos.

Uno seria el rey, otro seria su apoyo. O como él niño que no sería elegido para reinar decía: "su sombra"

Leoniser fue el proclamado como el primero en nacer, y de un aspecto un tanto diferente a el linaje dorado debido a sus ojos entremezclados en miel y negro, cuando debería ser de un solo color. Una miel intensa. Pero todo el debate se disipo cuando uno de los médicos dijo que eran por causas de un doble parto, y no causaría ninguna diferencia.

Él era ágil, audaz y del mismo carácter benevolente que su padre. Un niño que se hiso querer fácilmente por su fugaz imaginación. "Un apto rey", es lo que todos decían.

Demencir por otro lado, proclamado como el segundo, era fiel al noble de ojos miel intenso y cabellos dorados, pero a diferencia de lo que se imaginaba, era distante. Podía ser muy fuerte en el arte de la espada, y tenía una gran inteligencia, pero su comportamiento alarmaba al rey. No le importaba lo que sentía la gente o lo que dejaba de hacer; fallaba en la comunicación y era despiadado sin mucho sentido, como si quisiera imponer a la fuerza su poder ante los campesinos y/o sirvientes del castillo.

"No es él", decían todos. Ya se había susurra hacía tiempo quien sería el rey.

Cuando estos niños cumplieron ocho años, se anunció un nuevo hijo, o mejor dicho hija. Una niña de piel satinada, ojos y cabellos demasiado fieles a la nobleza, y una mirada tierna que derretía. Desafortunadamente murió Farabel en su lucha, por no conseguir aguantar el parto debido a la ya conocida salud de la reina. Es cuando más débil estaba, pero había decidió tenerla, aunque le arrebatara la vida.

TIERRA DE ESPÍRITUS~La chica dorada (TERMINADA)Where stories live. Discover now