Capítulo 41: Hombre misterioso

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Este iba a ser un viaje en barco de ocho días, ya estábamos por el tercero, y había conseguido una costumbre por las mañanas.

Debían ser una tripulación de veinticinco personas, más gente de limpieza, cocina, meseros que sumarían cincuenta personas, y aparte estábamos los pasajeros que seríamos ciento ochenta y dos. Lo había escuchado mientras pasaba al lado de un par de marineros. Respecto a su ropa, no son para nada igual a los de mi mundo, son de un gris muy opaco, que la conforma unos pantalones lisos, una camiseta de mangas largas, y no llevaban gorro, sino como un tipo de audífono blanco que rodeaba la oreja derecha de cada uno con un pequeño y circular cristal azul marino que se dejaba ver por la aureola de la parte interna de la oreja. Esto era extrañísimo para mí, pero no quería preguntar siendo totalmente ajena al tema, y pensaba que después le preguntaría a Esteban. También lo que me llamaba la atención era su cabello. Todos tenían en el lado derecho de la cabeza, del audífono, rapado. Partiendo de ello, cada uno tenía su estilo, aunque tampoco pudieran variar tanto. Algunos simplemente dejaban que el cabello del lado contrario creciera naturalmente, dándoles aires un tanto desprolijos y contrastantes, pero se veía interesante; otros se rapaban por completo la cabeza, supongo que pensando que sería más cómodo; estaban los que dejaban la cima sin rapar y lo demás, rodeando el cráneo, sí lo estaría. He visto también marineros que nada más sostenían unos pocos mechones que tocaban sus frentes, o que dejaban una raya gruesa de cabello que dividía los lados rapados, pero creo que eso era un poco extraño, sin embargo, nada les restaba seriedad, ya que cada paso que daban conmocionaba de una a mas formas a los pasajeros. Esa clase de aires llevaban consigo. No puedo olvidar el clásico escudo dorado en el pecho de sus uniformes, pero con un toque celeste que representaba su especialidad.

Después estábamos nosotros, los pasajeros, aunque Esteban estaba más con los soldados de la marina que con nosotros. Por un momento había olvidado que no estaba en su trabajo, "Este hombre es demasiado aplicado".

Nos tocó una sola habitación, pero esta se dividía en tres partes, más el baño. La primera era la de Esteban y Josephina, la segunda la de Leo, y la tercera, pues claro, Ángela y yo. Nuestra parte era la más cercana a la puerta de salida, así que ir en hurtadillas, sin hacer ningún ruido, no era tan complicado. La costumbre de la que hable era salir bien temprano, cuando todos aun duermen, para ver la salida del sol, después de todo, ya me despertaba automáticamente. Giraba la perilla y lo primer que ves al abrir la puerta es una pared empapelada de verde. Es un pasillo sumamente largo. Cerré la puerta con cuidado detrás de mí, miré hacia la izquierda, y no había nadie en el corredor, que, por cierto, es muy estrecho. Luego me incliné hacia la derecha, y de nuevo nadie. Al cerciorar aquello seguí el camino derecho pasando por mas puertas que daban a mas habitaciones de pasajeros. Paré en cuento una escalera que sube cortó el camino que luego continuaba, pero que no me determinaría a seguir, ya que mi intención era llegar arriba. Me previne del increíble viento que era normal que soplara en la superficie del barco, y no por buenas maneras; tuve que sufrir el frio en el primer día que hice este recorrido matutino, y que, por ende, ahora estaba abrigada con un enorme saco marrón de mi padre, que me llegaba hasta las rodillas y sobrepasaba mis manos. Lo devolvería después.

Me sujetaba y cerraba el abrigo por los botones mientras subía la escalera, y me encontré con otro pasillo. Al lado de la escalera que subía estaba la que bajaba, y enfrente la que continuaba subiendo, y seguí subiendo. Así por dos veces más, hasta llegar a un pasillo que se habría en un suelo de madera brillante. Aquello significaba que ya estaba en la recepción y que pasando por el lado izquierdo me encontraría con la puerta que llevaba a los exteriores del barco, y sin ningún techo de por medio. Allí siempre estaba el recepcionista, pero que se hacia el sordo, ciego y mudo al verme. Por suerte no había alguien rudo en el puesto, sino, ya me devolverían a la habitación, ya que supuestamente no eran horas adecuadas y tampoco había alguien más de los pasajeros dando vueltas. Sin embargo, él me dejaba ser. No me sonreía o saludaba, aunque ya era la tercera vez que subía por mi cuenta, pero sí me echaba un leve vistazo y seguía en sus cosas. Esa era su forma de darme el aprobado. Continúe y saliendo por la nombrada puerta, sentí como mi nariz se endurecía con una sola ráfaga. Me refregué, y aunque me di cuenta que estaba la mañana más fría que la anterior, caminé hacia afuera. El saco se inclinaba hacia la izquierda junto con mechones de mis cabellos que sobresalían por el viento que venía de la derecha, y la noche estaba a punto de terminar justo cuando me acerque al barandal de hierro. Miré hacia abajo y observé como el mar se calmaba un poco. "La base del barco es también de hierro, pero luego sigue con madera", pensaba. Una de las conclusiones que sacaba de eso, era que el material hierro, es difícil de conseguir y también muy caro, por lo que intercalan los materiales u minerales para hacer las cosas más llevaderas. Levanté mi vista, y allí estaba, el sol naciente que me daba razones para hacer todo el camino hasta arriba y temblar de frio. El gélido aire se disipaba con la presencia del sol que parecía emerger del mar como serenas llamaradas de fuego que proclamaban su lugar en el cielo. El calor de la luz tocaba mi rostro, lo que me hizo cerrar los ojos con placer mientras me inclinaba al barandal. Respiraba con fuerza y de mis pulmones escapaba el dióxido helado, remplazándolo con oxígeno nuevo y templado. Humedecí mis labios y saboreé el hielo para volver a sentirlos míos, y cuando abrí mis ojos, ya era nuevamente de día. Se oían las voces de la gente subiendo escaleras y a los soldados de la marina pisando sobre la madera con energía.

TIERRA DE ESPÍRITUS~La chica dorada (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora