Capítulo 38: Entre risas

202 39 27
                                    


Enrollé mis brazos alrededor de su cintura como una sólida cerradura que no lo dejaría mover un solo musculo. Tan pegados y juntos que el aire apenas llegaba a nuestros pulmones. A mí, personalmente, me costaba respirar, o hablar. No sabía cómo empezar. Solo estaba pendiente en como respondía mi abrazo con tanta añoranza, mimando mi espalda e inclinándose hacia abajo para poder rosar sus mejillas con las mías. ¿Qué haces aquí?, ¿Cómo llegaste?, ¿y papá?, todo paso por mi mente, pero lo único que deje salir fue un claro sentimiento:

—Te extrañé tanto hermano.

—No más que yo lo hice —susurró sobre mi cuello.

Al terminar esas palabras, noté que su voz se había hecho aún más grave que antes, y sus manos, junto con su cuerpo entero, había crecido de una manera majestuosa. Nadie podría decir que es débil, ya que su físico, parecía de maratón. No es como si se hubiera vuelto más rudo, al contrario, parece haber pulido en su viaje la elegancia. Todo en él me decía que había madurado y su rostro de finas y marcadas facciones, eran igual de gentiles. Pero algo estaba diferente, algo que no podía determinar. El cómo me habla, como me trata; es más cercano de lo que recordaba.

Nos apartábamos con lentitud y en cuanto nuestras miradas se juntaron, sentí un nerviosismo que hace bastante no padecía, uno que solo él me provocaba, y por ello siempre me impacientaba a hablar.

—¿Co-como estas aquí?

Leo me observa abriendo ampliamente los ojos y sonríe como si viera a una pequeña criatura.

—Tonta, ¿acaso no leísta la carta?, debió haber llegado bien temprano.

—¿La carta? —pongo la vista en blanco y expreso sorpresa —¡Ah, sí, la carta!, yo la iba a leer más tarde, pero no pensé que tendría una noticia tan importante como su vuelta. Estoy... estoy tan feliz...

Sonreía con rastros de dolor, pero estaba sumamente feliz. Leo sujetó mi mentón y lo levantó hacia sus ojos.

—Lo siento, por irme de esa manera —tenía una dolencia clavada en su mirada —yo, no quería...

—Lo sé. Sé que prefieres no despedirte, y lo entiendo. Es algo de hace mucho ya, no estoy enojada.

"Más importante es tenerte conmigo"

—Me siento aliviado, gracias.

Su sonrisa es tan pacifica que me siento en calma, luego mi corazón comienza nuevamente el alboroto. Sin conciencia alguna, agito mi cabeza desasiéndome de su agarre y pregunto con nervios por todos lados.

—¡Papá!, ¿él está aquí?

—No, se encuentra en casa con Josephina. Yo vine a buscarte por que nos preocupaba que Ángela hubiera llegado sin ti.

"¿Josephina?, ¿Por qué no dice mamá?"

—Emm, si, ella...

—Parecía muy enfadada, pero en cuento me vio, se echó a llorar —Leo frunce sus cejas extrañado y continua —pero no creo que sea solo por verme, algo paso, ¿verdad Melody?

Mi cara congestionada de desesperación le dijo todo. Él, desde antes, sabia como sacarme fácilmente lo que pesaba en mi interior, como si fuera una llama que derretía la pared de hielo. Ni siquiera me resistí unos minutos, y ya había soltado todo lo que había pasado y sobre como lo había arruinado. Cuando hable de mi espíritu, él no se sorprendió.

"Así que, realmente ya lo sabía"

Atento escuchó mis palabras y luego contestó con una formal tranquilidad.

TIERRA DE ESPÍRITUS~La chica dorada (TERMINADA)Where stories live. Discover now