Capítulo 39: Aceptar para continuar

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Por un momento me había olvidado de respirar. Con tal introducción del tema, entendía la razón de habernos sentado a todos alrededor de la mesa. Esteban dijo: es algo importante, pero esto era demasiado, y no solo afectó mi rostro, sino el de Ángela a mi lado. Luego, al frente estaban papá y mamá, y en la esquina de la mesa que me ladeaba, estaba Leo, en silencio, con los ojos caídos pero firmes. ¿Qué estaba haciendo sin decir nada?, ¿no veía lo que acababa de decir enfrente de él?, pero que Josephina también estuviera en silencio me hizo comprender una parte del asunto. Todo estaba dicho y hecho entre ellos, y las más pequeñas, Ángela y yo, no estábamos, creían ellos, preparadas para escuchar la historia de mi hermano, no, ya no lo era, nunca lo fue. Ni siquiera el de Ángela, porque su madre no era Josephina, y su padre no era Esteban. Entendí que estaba descubriendo el fondo de las ruinas que en su corazón aun habitaban. Estaban anclados, y lo llevaba desde muy pequeño en su interior como un peso muerto, algo que le generaba conflictos, supongo, quien no los tendría con la tragedia que había vivido a la edad de apenas seis años...

Mi hermoso sobrino había nacido con una salud increíble —Josephina comenzó diciendo con las manos en su pecho —Todos habíamos esperado su nacimiento, la había acompañado a mi hermana con su embarazo antes que la noticia se haya dado a conocer. Su nombre, y Leo lo sabe bien, era Adelaida Corona, una mujer de bajas expectativas, que todo lo que quería era vivir en paz, sobre las orillas del mar, y con cinco o seis hijos si era posible. Muy encantadora. Ella nunca busco tener algo valioso o brilloso, era corriente lo que deseaba, aunque tuviera un gran poder, siendo que su espíritu era Graizen, un ser que controlaba las cien hojas filosas del material más codiciado que sus manos creaban para su dueña —levantó la mirada y con la mano levantada inclino un dado hacia arriba mientras dice —solo estuvo en una batalla junto a mí y lo uso por primera vez de forma real. Le había dicho que no viniera, que era solo mi deber, pero ella no quiso, decía que prefería morir antes que lanzarme sola a la matanza. Tenía un año menos que yo, pero a veces creía que ella era la mayor, aunque su figura fuera más pequeña. Todavía recuerdo, ella había salido de una pila de cuerpos mientras que, con el filo de su arma espiritual, cortaba brazos, piernas, cuellos. Sus ojos lloraban sin cesar, sus dientes estaban llenos de tierra, y sus brazos y manos, eran un mejunje de barro y sangre. Yo estaba igual, pero mi vista de ella, una chica tierna y serena se había quebrado por mi culpa, yo debí haberlo impedido. Sus flores desaparecían de esa mugrienta guerra, pero, aun así, sobrevivió, y pensando que yo la había protegido bien, pero, pero... —los labios de Josephina empezaron a temblar, y la fuerza con la que apretaba sus manos, la estaban lastimando. Esteban apoyo su mano en ellas y prosiguió él.

"El pasado de Josphina. Tengo entendido que actuaba en la militancia al igual que Esteban, pero que se retiro. ¿Puede ser por su hermana?"

—Salieron las dos vivas, con veintiuno y veintidós años. Pero al parecer, alguien del reino oscuro rasgo la espalda de Adelaida con un arma de saturación oscura. Y nadie se dio cuenta hasta más tarde. Pensábamos que era solo de un filo normal, pero ahí estaba la trampa, era una forma de adentrar a la oscuridad a nuestro reino, ya que es imperceptible, igualando a una herida normal. Eso era algo que nadie sabía hasta que ya era tarde... Después de dos años de la batalla, Adelaida se comprometió con Jinsok Corona. Como antes había contado Josephina, a Adelaida no le interesaba, ni buscaba riquezas, ni un esposo sobresaliente, algo común le bastaba mientras que el amor naciera, pero contradiciendo sus justos, ella se casó con un general superior de la guardia imperial dorada. Un hombre de treinta años, que era la admiración de todo el reino. No era alguien que pasaba desapercibido, todo lo contrario, la gente se volteaba y se quedaba pasmada ante su majestuosidad. Mi memoria no me deja mentir, él mismo hombre que estoy describiendo, tan grande, perseguía a la madre de Leonardo a todas partes. Parecía un cachorro tras su ama, y es que, desde aquella batalla sangrienta, Jinsok se había quedado prendado de ella. No tardaron en conseguir a Leo un año después de su casamiento, después de todo, ese tipo era persistente y Adelaida termino su obstinación por alguien ordinario, cuando se dio cuenta de su amor. Él le había prometido una casa en la playa, y se lo concedió. Él le había prometido amarla con todo su ser, y se lo concedió. Él le había prometido tener muchos hijos, y habían comenzado bien, pero... la condición de Adelaida no se los permitió.

TIERRA DE ESPÍRITUS~La chica dorada (TERMINADA)Where stories live. Discover now