Capítulo 28: Un deseo

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El pequeño niño era solitario. Al pequeño niño no le gustaba ir a la escuela. Pero al muy, muy pequeño niño le encantaba pescar. Así que todos los días iba a la cuesta de un rio y lanzaba la tanza al aire para que caiga en el agua lo bastante lejos.

El papá fue quien le enseño a pescar. Lo malo es que ya no estaba más para acompañarlo, y la mamá ignoraba esa clase de cosas. También ella no sabía que el pequeño niño se fugaba de la escuela para ir a pescar, pero tampoco le prestaba atención. La madre siempre estaba triste.

Otra vez el niño fue a pescar, y otra vez se saltó las clases. Él creía que no era su lugar, y tampoco que lo necesitaran en casa.

Se sentó en el borde de la orilla del rio y como siempre hacia, tiro un hilo que estaba atado de una rama, y de carnada una lombriz de tierra recién desenterrada por él. Esperó y esperó en silencio. La mayoría de las veces no sacaba nada, pero cuando lo hacía, era genial. Le bastaba el solo hecho de esperar algo bueno. Era lo único que hacía, esperar a que las cosas se resuelvan, a que se mejoren, y que por arte de magia se transforme.

La tanza se movió. Algo había picado.

El pequeño retrocedió con todas sus fuerzas para sacarlo del agua, pero este se resistió. El niño se sorprendió al notar lo pesado que debía ser, ya que no recordaba nunca haberse esforzado tanto por un pez. Pero de igual forma, logro sacarlo, y no fue solo un genial, sino un increíble, un sorprendente, fantástico.

No era un pez, era una serpiente de un muy bello turquesa con destellos verdes como pequeñas piedras. No era demasiado grande ni larga, pero fue lo suficiente para congelar al niño pescador. La boca de la criatura estaba atravesada por el picudo gancho, en donde antes estaba la carnada.

—Déjame ir.

Una voz asusto al niño.

—¿Quién dijo eso?

Observa la serpiente nuevamente y pregunta.

—¿Fuiste tú?

La serpiente de ojos blancos, con pupilas negras y alargadas, le dirige la mirada. Y sin mover la boca dice:

—Así es.

El niño de inmediato sonrió ampliamente, y eufórico contesto:

—Es increíble. Te llevaré conmigo y te cuidaré dentro de una gran cubeta.

—Por favor, no hagas eso. Soy muy viejo y ya no tengo fuerzas para salir. Libérame.

La serpiente imploró.

—No quiero. Eres una increíble serpiente y serás mía.

El pequeño se negaba. Había encontrado una forma de no estar solo. Lo que necesitaba, alguien con quien hablar. Ignoraba todo lo demás, solo quería un amigo, hasta el punto de no importarle lo que la pobre serpiente quería.

—Si tú me liberas, te concederé un deseo.

La criatura le propone.

—¿Un deseo?, con uno no me conformo para dejarte ir, ¿qué tal diez?

—Lo siento, pero no soy capaz de conceder tantos, mi poder está casi al límite, y creo que solo podre concederte hasta seis deseos.

—Mmm...

El niño piensa mientras se rasca la barbilla y viendo una gran oportunidad dijo:

—Está bien, pero hasta que mis seis deseos se cumplan, tienes que quedarte atrapado dentro de mi cubeta. Te daré agua todos los días.

TIERRA DE ESPÍRITUS~La chica dorada (TERMINADA)Where stories live. Discover now