NUEVAS AMENAZAS

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{MARY}

Ordos, China, Asia.
Mi hogar.
El cielo se tiñe de un color tenebroso, como advirtiendo de las nuevas amenazas que están por llegar.

- No puedo, shifu- me dice Minerva, mi alumna, una chica de quince años, de origen asiático y americano.
La chica me enseña sus puños rojos, casi sangrientos, en carne viva, tras haber estado golpeando una tabla de madera.
- No te preocupes, yo pasé por lo mismo. También estuve a punto de rendirme pero no lo hice. Y mira hasta donde he llegado. Recuerda, no dejes que tu mano tema a la madera, debe ser la madera la que tema a tu mano- le explico.
- ¡Pero me duele!- se queja.
- Quejándose no se llega a ningún lado. El dolor solo se combate con más dolor. Dime, ¿qué es más doloroso, que te duela el puño o la verguenza al no poder atravesar ese trozo ridículo de madera?
- Lo segundo, señora.
- Shifu- la corrijo-. Ahora, sigue entrenando.

Shifu...
Hasta hace poco no podía llamarme así. Solo era una iniciada más en las artes marciales.
Hasta que superó sus pruebas junto al resto de sus compañeros. A cada uno se le asignó un maestro, yo la elegí a ella, he visto un potencial en ella, y lo que es más importante, me he visto reflejada, a mi yo anterior.
Estuve un tiempo iniciándola en este mundo, hasta que vi que estaba preparada para aumentar sus conocimientos, entonces pasó por una ceremonia llamada "baishi" y, como alumna oficial, se le permitió llamarme shifu.
No solo es una alumna, es una hija.
El entrenamiento es algo más que entrenamiento.
Solo sigo los pasos de mi propio shifu, al que llegué a considerar un padre.
Espero dar la talla.

- Descansa, Minerva- le digo con un suspiro tras ver que no puede romper la tabla con su puño.
- ¡Pero no he terminado! ¡No quiero decepcionarla!
- Y no lo harás. Confío en ti. Pero ya es suficiente por hoy. Prepara tus cosas.
- ¿Para qué?- me pregunta, temerosa, por si la fuera a expulsar.
- Vienes conmigo a América. Tengo que enseñarte algo más que artes marciales.

{RACHEL}

- Bienvenidos de nuevo. ¿Dónde está él?- le pregunto a Zero, Zeta y Zombi.
- ¡Lo teníamos, de verdad!- dice Zombi, herido de un brazo-. Nos atacó un monstruo gigante, expulsaba una sustancia ácida o algo parecido. Me hizo esto- me enseña la herida-. El muy capullo escapó en combate.
- Jack...- aprieto los puños-. Aumentaré su rango de búsqueda.
- No- me dice Zero-. Déjalo. No malgastes soldados. Él no quiere ser encontrado y ya sabe dónde no esconderse. No quiere que le encuentres ni que mandes patrullas a por él. Es más, nos dijo que le estabas jodiendo bien, que ojalá nunca hubieras sido presidenta.
Entonces lo comprendo.
Comprendo su situación.
Nuestro hilo se ha roto.
Y nuestra conexión también.
Me odia.
No quiere volver a verme.
Esta vez se ha marchado para siempre.
No volverá.
Su destino está escrito, y no es conmigo.
Debería aceptarlo.
Pero...
Es difícil.
- Está bien- asiento con la cabeza-. Retiraré su búsqueda.

Vuelvo a casa tras comunicar a los soldados que buscaban a Jack que abortaran la misión, con una profunda pena en mi corazón.
Me he dado por vencida con él.
- ¿Y esa cara?- me pregunta Liam.
- Pues...- giro la cabeza, evitándolo, no puedo mirarlo-. Nada...
- Rachel- Liam se acerca e intenta que lo mire-. ¿Estás bien?
No aguanto y, tras mirarlo a los ojos, empiezo a sollozar en su hombro.
- Es mucha presión... Primero desaparece el pelotón 166 al completo y más soldados, nuestro hijo, Andrew... Estamos pasando por una mala etapa, los suministros son escasos y la gente pasa hambre. Mi primo... sigue desaparecido... me odia... no quiere volver a verme... - sollozo sobre Liam.
- Eso no es verdad. Tu primo te quiere pero ahora necesita estar solo, él es así, siempre huyendo de los demás... Es una persona solitaria pero siempre, siempre, regresa a ti- me dice pasando sus manos por mi cabello mientras me abraza contra su esbelto cuerpo.
- Gracias- le susurro-. Gracias por quedarte siempre a mi lado.
Me coge la mano en la que tengo el anillo de boda y la une con la suya.
- Me casaría mil y una veces contigo si eso significa estar junto a ti el resto de mi vida- me dice besándome en la frente-. Jamás te dejaré, es una promesa.

Liam consigue animarme.
Siempre lo hace.
Sin darme cuenta, sus labios acaban junto a los míos, su cuerpo pegado al mío, totalmente desnudos.
Solo somos él y yo.
Siempre lo hemos sido.
Desde que lo conocí en La Llama, desde que solo era un chico misterioso extremadamente irresistible.
Siempre hemos estado protegiéndonos los unos a los otros.
Incluso aunque pareciera una relación tóxica, aunque me acosara cual poseso, solo era con la intención de protegerme y hacerme feliz.
Y siempre, acabábamos juntos.
El día de nuestra boda, dos años después de que me declararan presidenta de los Nuevos Estados Unidos, nos juramos amor eterno, tanto en la vida como después de la muerte. A nosotros no hay una muerte que nos separe. Lo nuestro es para siempre.
Fue una boda sencilla y secreta, con nuestros conocidos más cercanos, disfrutamos de un día tranquilo en una isla pequeña y solitaria en medio del mar.
Nos permitimos ese lujo, descansar de todo por un día, olvidar a los zombis y disfrutar como la familia que éramos, la familia que este apocalipsis había construido.
Se respiraba felicidad, tranquilidad y alegría. Y, sobre todo, esperanza, gracias al nuevo futuro, la nueva generación, los niños, Andrew, Hope, Alex, Abadón...
Todo ha ido bien desde entonces, lo he mantenido todo bajo control, con ayuda de mis amigos. Es duro pero se puede sobrellevar.
Hasta ahora.
Hasta que han aparecido nuevas amenazas.
Nuevos peligros.
Pero, por un momento, me voy a permitir olvidarme de todo.
Me lo merezco.

Apocalipsis Zeta - Parte 7: La última amenazaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora