EL MOMENTO

891 74 4
                                    

{ED KENNEDY}

- Esta será vuestra habitación- nos anuncia un vigilante-. Pronto llegará un experto que os hará algunas preguntas.
El camino conducía hasta una inmensa calle con altos edificios que parece que utilizan como hoteles. Me pregunto desde cuando llevarán organizando todo esto, desde cuando han estado limpiando la gran capital de Grecia de muertos y formando lo que es ahora.

En cuanto cierro las puertas, me pongo a observar la habitación detalladamente.
- ¿Qué haces?- me pregunta Eloy.
Espero un momento para contestarle, hasta que me aseguro de que es seguro.
- No hay cámaras- le digo-. Tampoco micros, pero reservémonos nuestros pensamientos en lo máximo de lo posible.
Eloy asiente, mirando alrededor del pequeño apartamento que consta de dos camas, una pequeña cocina, un cuarto de baño y una salita de estar.
Nos asentamos en nuestra nueva estancia y hacemos lo que nos han pedido: esperar al experto que nos interrogará.
De todas formas, no podemos salir, nos han encerrado.
Pero no tardan en llegar. Es una mujer morena y con gafas que porta una libreta para anotar sus cosas.
- Muy buenas, mi nombre es Rita. Sentaos, por favor- nos pide la señora señalando el pequeño sofá que hay enfrente de un sillón, donde se coloca ella-. Muy bien, Ed y Eloy Kennedy. Padre e hijo adoptivo.
- Espera, espera...- la paro-. ¿Cómo sabes eso?
La mujer sonríe divertida.
- Aquí lo sabemos todo. Vuestros informes están en Yanna y tenemos comunicación con la isla- nos informa-. Por lo que sé, ambos constabais de puestos elevados en el antiguo gobierno de Estados Unidos.
Antiguo... Eso quiere decir que se han hecho con Yanna.
- Sigue, por favor- le digo-. Seguro que sabes más.
- Lo expulsaron- me mira-. Por matar a una soldado. Y tu hijo te siguió.
- Así es- asiento con la cabeza.
- ¿Tenéis alguna simpatía por Rachel Blair o alguna persona de su familia y cercanía?- pregunta Rita.
- No- le contesto, con determinación-. Como bien sabes, me expulsaron. Y no necesito ni quiero volver. Así que al oír la transmisión vi la oportunidad perfecta para empezar de nuevo.
- ¿Y tú, chico?- le pregunta a Eloy.
- Estoy con mi padre. Siempre estaré con él. Es la única persona que me importa- responde firme y sincero.
Lo miro de reojo. No lo enseñé con la intención de llegar a querer, sino con el objetivo de convertirlo en un soldado experto que sobreviviera al apocalipsis, en un superviviente.
- Muy bien- asiente Rita-. Y decidme, ¿qué esperáis encontrar en El Comienzo? ¿Por qué formar parte de esto y no ir por vuestra parte?
- Los Tres Grandes lo dijeron muy clarito- le digo-. Solo sobrevivirán los elegidos.
- Y nosotros queremos vivir- continúa Eloy.
- ¿Y estáis dispuesto a todo para conseguirlo? ¿Incluso aunque solo uno de vosotros pueda pasar?- nos pregunta mirándonos con atención.
- Sí- asiento muy serio-. Ya hemos hablado de esto él y yo. Si solo uno lo consigue, debemos seguir adelante y no mirar atrás. Ambos queremos lo mejor para el otro.
- Suena bien- asiente Rita-. Pues eso es todo. Podéis salir del hotel a vuestro antojo y explorar los alrededores, pero sin alejaros demasiado. Dentro de unos días comenzarán las pruebas. Podéis entrenar en los centros especializados, y no está prohibido relacionarse con los demás, así que si queréis podéis hablar con quien os plazca y conocer a gente nueva antes del último día. Un placer, señores Kennedy.

Un rayo de sol me despierta y busco a Eloy con la mirada pero en vez de a mi hijo, encuentro una nota sobre su cama que me notifica que ha ido a entrenar.
No me preocupo, aquí está todo muy bien organizado y vigilado. Casi parece un lugar idílico en contraste con lo que me esperaba encontrar.
Tras un buen desayuno, salgo del apartamento con la intención de caminar un poco y ordenar mis pensamientos.
Camino por los pasillos del hotel donde me hospedo entre el ajetreo nervioso y feliz de los huéspedes.
Charlan amistosamente, se ríen, se lo toman todo con demasiada calma.
Y entre el murmullo de gente a la que no presto atención, mi mirada se topa con una cara conocida.
No puede ser. Tal vez esté delirando.
De entre todas las personas a las que podría esperarme encontrar en este sitio, ella era la última.
- Tú...- murmuro tocando el hombro de Clare.
Esta se gira, alarmada por el tacto de mi mano.
- ¿Ed?- me dice con los ceños fruncidos-. ¿En serio eres tú?
- Que bonito sitio para volver a vernos- le digo con una sonrisa de oreja a oreja-. He de confesarte que no te pega nada esto. Una inútil como tú en un sitio tan peligroso.
- Bueno, no parece tan peligroso- dice la mujer mirando alrededor-. Y haré como que no he escuchado eso de inútil.
- ¿Dónde ibas con esa mochila?- le pregunto fijándome en la maleta que carga en un hombro.
Distingo el reflejo de sudor en su frente y cómo lleva el pelo recogido en una coleta.
- De dónde vengo- me corrige-. He estado entrenando. Hay muchos centros con buen material, como pistolas falsas y dianas, sacos de boxeo, pistas de atletismo, deberías ir.
- Bah, a mí no me hace falta nada de eso- le digo restándole importancia.
- Tú tan seguro y orgulloso como siempre- suspira la chica-. Bueno, me ha alegrado verte pero tengo que ir a ducharme.
- ¿Puedo acompañarte?- le pregunto, para su sorpresa.
- ¿Qué? ¿A ducharme?- dice, nerviosa-. Ah, ¿a mi apartamento?
- Sí. Sí a las dos- le digo mirándola con una sonrisa ladeada.
- ¡No! ¡Claro que no!- dice negando con la cabeza.
- Vamos, era broma. A tu apartamento, claro. Mi hijo ha ido a entrenar y no sé muy bien qué hacer ahora- le digo haciendo una mueca.
- ¿Eloy también está aquí?- pregunta sorprendida y asiento con la cabeza-. Bueno, vale, ven, pero solo un rato. Tengo cosas que hacer.
- ¿Como qué?- le pregunto, curioso.
- Meditar, por ejemplo. Sí- dice tras mi mirada de asombro-. Me ayuda mucho.
- Está bien- le digo-. No te juzgo.

Acompaño a Clare hasta su apartamento.
- Bueno, siéntate, lee o algo, yo voy a ducharme- dice y se encierra en el baño.
Me quedo sentado en un sillón, pensativo. Pensando en ella. Jamás la había visto tan atractiva como hoy. Ha sido todo un golpe de suerte encontrarla aquí, aunque espero que consiga pasar las pruebas. Debe de tener un motivo para haber llegado hasta aquí, puede que su motivo sea el mismo que el mío.
En cuanto oigo el agua caer, procedente del baño, me acerco. Y, sin pensarlo, abro la puerta.
- ¡Ed!- exclama Clare, tapándose con las manos.
- No te pongas así- le digo con los ojos en blanco-. No es la primera vez que te veo desnuda.
Me acerco un poco a ella.
- Eso solo fue una vez. Estaba confusa. Y desesperada- me dice.
- Pero no puedes negar que te gustó aquello. Que yo te gusto- le digo con una sonrisa pícara.
- Mira, me cabreas mucho- suspira Clare-. Pero no puedo evitarlo, me atraen mucho los tipos como tú.
Sonrío y me desvisto. Me acerco a Clare hasta que nuestras pieles se rozan.
- Pero Ed...- murmura la chica, indecisa, con sus labios a solo un centímetro de los míos.
- Calla y disfruta el momento.

- No ha estado mal- dice Clare trayéndome un café.
- Estás siendo modesta- le digo con una sonrisita.
- Calla- dice mirando hacia otro lado.
- Bueno, cuéntame- le digo-. Cuéntame qué haces aquí. Cuéntame qué ha pasado.
- Que quiero vivir, eso pasa- me contesta-. Que soy una cobarde y he huído para convertirme en una elegida. No soy tonta, sé quién es el bando vencedor.
- Vaya, igual que yo- le digo con una falsa sonrisa y me termino el café-. Bueno, ¿salimos a dar una vuelta?

Caminamos por un callejón y cuando se queda desierto, acorralo a Clare contra una pared.
- He investigado y no he visto cámaras ni micros en mi apartamento pero no puedo estar seguro- le digo mirándola seriamente, Clare no se resiste-. Pero aquí no nos oye ni ve nadie. Así que dime por qué has venido. La verdad.
- ¿Por qué has venido tú, Ed Kennedy?- me pregunta, desafiante.
- Supongo que por lo mismo que tú. Quiero ver muertos a esos tres con aires de grandeza- le digo serio.
Clare se deshace de mi agarre.
- Entonces creo que podremos ayudarnos mutuamente- me dice con una sonrisa de complicidad-. No imaginaba encontrar aquí a ningún aliado. Tu presencia me facilita mucho las cosas. ¿Crees que seremos los únicos?
- Ni lo sé ni lo quiero saber. No podemos fiarnos de nadie más. ¿Entendido?
Clare asiente.
- Ni siquiera sabía si podía fiarme de ti- me dice.
- Ya nos conocemos de antes, Clare. Me conoces. Si actuamos bien, tú y yo llegaremos lejos...

Tras varios días, llega la hora.
Se reparten grupos. Eloy y yo estamos en uno diferente que Clare. No importa. Sé que nos volveremos a ver en el otro lado, sea donde sea eso.
Cuando nos llaman, salimos preparados.

Damos un largo paseo hasta el enorme recinto donde tendrán lugar las doce pruebas que tendremos que pasar. Podemos rendirnos en cualquier momento pero, como nos han avisado, no hay vuelta atrás. Por fin sé por qué hay tanta gente trabajando para Los Tres Grandes en este sitio. La mayoría de ellos son personas que se rindieron y este es ahora su destino. De esta forma accederán a un sorteo cuando todo acabe y algunos podrán ser elegidos, pero el resto morirá.

Llegamos a la entrada del recinto, el Partenón, el templo de Atenas, reconstruido, donde varios grupos esperan su turno.
Pasan horas hasta que dicen nuestros nombres.
- Ed Kennedy. Eloy Kennedy.
Ha llegado el momento.
Nuestro momento.

Apocalipsis Zeta - Parte 7: La última amenazaWo Geschichten leben. Entdecke jetzt