FAMILIA HÍBRIDA

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{JACK}

- ¿Preparado?
Rudolf asiente con la cabeza, desesperado.
Va a morir. Le han mordido hace poco. Y ahora van a volver a morderle.
Rosaline, la primera híbrido creada por K a partir de mi sangre, me ayuda a sedar al hombre, al humano, al vivo.
Hasta ahora. Le muerdo en la muñeca y lo atamos hasta su conversión en híbrido.
K se ha equivocado mientras yo no había aparecido en La Cruzada, había obligado a personas a convertirse en híbridos pero desde que estoy aquí mi política es más justa, solo convertimos a los que así lo deciden o a los humanos que van a morir y quieren seguir viviendo sea como sea.
Y de esta forma, hacemos correr la voz por el mundo de nuestra nueva raza.
Y no son pocos los que ya han venido a ascender en esta vida, a ser algo más que humanos o muertos vivientes.
La comunidad está más viva que nunca.
Tenemos una escuela para los nuevos híbridos, que aún están aprendiendo a convivir de esta forma sin dejar su lado humano, evitando descontrolarse y actuar como monstruos.
Nos alimentamos de carne animal. Cruda. Nuestro estómago no soporta las cosas hechas, en eso nos parecemos a los zombis.
Somos una gran familia.
Estamos formando algo grande, algo nuevo.
Algo que no dejará indiferente a nadie.
Algo revolucionario.

{ALEX}

- Estamos cerca. Lo presiento. Solo tenemos que encontrar un castillo antiguo- les informo a Jade y a Yuma.
Estamos en el sur de California. Donde supuestamente se encuentra mi padre. Tiene que ser él el Dios, el padre de la nueva raza de la que hablan por radio.
Nos abandonó para volver a ser alguien importante, alguien al que admirar.
Pues no lo admiro, lo detesto. Con toda mi alma. Es despreciable.

- ¿Es... es eso de allí?- señala Yuma a lo alto de un monte a lo lejos.
Está oscureciendo pero se ve claramente una figura en la distancia. Algo bastante grande que bien podría ser un castillo.
- ¿Alex?- me pregunta Jade al verme tan callada.
- Sí- asiento con la cabeza-. Creo que hemos llegado a nuestro destino.
- ¡Por fin! Vayamos a echar un vistazo- dice Jade exaltada después de tantos días de caminata.
- No, iremos mañana al anochecer. Antes tenemos que vigilar y comprobar que es seguro. Sé que es mi padre pero no me fío de los demás. Acamparemos cerca del castillo y mañana tendremos todo el día para asegurar nuestra seguridad- declaro.
- ¿Por qué?- pregunta Jade, confundida-. ¿No teníamos tanta urgencia por encontrarlo? Vayamos ahora. Grita que Jack es tu padre. Lo necesitamos para encontrar una cura más efectiva y lo peor que podemos hacer es alargarlo más. En este nuevo mundo puede pasar miles de cosas en un solo día. No podemos permitírnoslo.
- Alex es la que manda aquí- aclara Yumalay-. No hay más discusión. Mañana al anochecer.
- Está bien- suspira Jade, inocente-. Pero si sucede algo os voy a estar recordando toda la vida que os lo dije.

Caminamos hasta un claro ni tan cerca ni tan lejos del castillo. Al menos lo tenemos a la vista y estoy segurísima de que es ese. De que ahí se encuentra mi padre.
- Yo haré la primera guardia, descansad- les digo a ambos y empiezan a acomodarse como pueden contra el frío pasto. Yo no puedo dormir ahora mismo, estoy demasiado nerviosa.

Comienzo a dar vueltas alrededor, pensando en cómo voy a actuar. Me doy cuenta de que, sorprendentemente no hay ninguna señal de zombis alrededor. Debe ser obra de mi padre, que tiene despejado el camino hacia su altar.
Mañana los espiaremos, pero no con la intención de ver si es seguro, sino de cómo encontrar a Jack sin que los demás se den cuenta. Debo espiar sus movimientos y sus localizaciones más frecuentes. Debo saber todo sobre su nueva vida para poder acabar con él.
- Alex- me susurra Yuma al oído y me giro sobresaltada con una mano en el pecho.
- ¡No me des esos sustos!- le susurro-. ¡Vuelve a dormir!
- Tenemos que hablar de nuestra operación- me dice.
- ¿Y Jade?- miro hacia la derecha y veo a la inocente y dulce chica durmiendo plácidamente sobre un saco de dormir, a la luz de la luna.
- Tranquila, está muy sobada- me tranquiliza Yuma.
De todas formas, nos alejamos un poco para hablar más tranquilos.
- Para empezar, ¿cómo vamos a matarlo?- me pregunta el chico.
- Tengo una daga y un fusil. De algo servirán, ¿no? Aunque el fusil solo es por si no consigo matarlo con el arma silenciosa. La única regla es que solo yo puedo matarlo. Nadie más- le digo muy seria, muy segura.
Yuma asiente con la cabeza.
- Y luego culparemos a Jade- afirma el chico-. Podremos salir ilesos.
- Ese es el objetivo- asiento y me sorprendo al oír un sonido de exclamación.
Yuma se gira y ambos vemos a Jade delante nuestra. Ha oído la conversación.
Nos mira boquiabierta, incrédula, traicionada.
Y ese no era el plan.
- ¡Lo sabía!- grita señalándonos con horror-. ¡Sabía que escondíais algo! ¡Sabía que no queríais venir a por la cura! ¡Vuestras intenciones nunca han sido buenas! Alex...- me susurra con los ojos lagrimosos-... no me esperaba esto de ti... Él te ha comido la cabeza...
Yuma me mira, cómo diciéndome qué hacer.
Yo solo soy capaz de mirar a mi mejor amiga con un nudo en la garganta.
Ahora no sé qué hacer.
Estoy en blanco.
- No...- empiezo pero no me salen las palabras.
Y cuando me quiero dar cuenta, Yuma se ha abalanzado hacia Jade.
La noche se confunde con unos gritos.
La sangre acaricia el pasto, tiñiéndolo de rojo.
Yuma ha atravesado el cuello de mi amiga.
Jade cae al suelo con las manos en el mango del cuchillo insertado en su cuello.
Ha muerto creyendo que la había traicionado.
Cuando no era así.
El chico se gira hacia mí, con cara de preocupación al observar mi rostro en shock.
- Tranquila, ya no nos molestará. Pero tenemos que cambiar el plan. Tenemos que hacerlo a escondidas y sin que ninguno de ellos nos descubra- determina Yumalay.
Avanzo un paso hacia él.
Luego otro.
Y corro hacia sus brazos.
El chico me rodea con ellos.
Nos fundimos en un hermoso abrazo.
- ¿Sabes que te amo?- le digo al chico, sincera.
- Lo sé. Siempre lo he sabido- casi oigo su gran sonrisa.
- ¿Y sabes que era a ti al que iba a traicionar?
No le da tiempo a reaccionar.
Ya tiene mi daga clavada en su corazón, a través de su espalda.
Lo suelto y cae hacia atrás con cara de asombro.
En menos de cinco minutos he perdido a dos de las personas que más amaba.
Y todo por mi culpa.

Mis piernas me tiemblan. Quiero caerme al suelo de rodillas.
Pero no quiero llorar.
No.
Solo puedo correr.
Correr y correr.
Hacia el castillo medieval.
Recojo un palo de madera con la punta afilada que me encuentro por el camino. Una buena estaca.
Dejo que mi furia fluya a través de mis pasos.

- ¡Abrid, soy la hija de vuestro Dios! ¡Soy Alexandra Blair! ¡Mi padre es Jack Blair!
Un guardia que estaba en lo alto del muro desaparece y al rato abren las grandes puertas, dejando ver a mi padre al otro lado.
Mi corazón se para por un momento.
Las lágrimas cesan de repente.
Mi voz se quiebra.

Corro hacia él.
Jack, sorprendido, abre sus brazos, esperando recibir a su hijita.
A la hija que abandonó.
Un paso.
Otro más.
No me importa nada.
Ya no.
Lo he perdido todo.
O casi todo.

La estaca lo atraviesa.
A mi alrededor todo se vuelve confuso.
Gritos de enfado, gritos de sorpresa.
Gritos de furia.
Y una voz muy familiar.
Alguien se interpone en el camino de una lanza que iba hacia mí.
Ahora sí que lo he perdido todo.
No sé cómo ni por qué.
No sé cómo ha llegado hasta aquí.
Justo en este mismo momento.
Pero han matado a mi madre.

Apocalipsis Zeta - Parte 7: La última amenazaWo Geschichten leben. Entdecke jetzt