LOS ÚLTIMOS ZOMBIS

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{JACK}

Es nuestra primera expedición para acabar con los últimos zombis. En esta primera ocasión, salimos todos juntos, para ver cómo actuamos y cómo deberíamos dividirnos. Es como una prueba inicial para inspeccionar el terreno.

Estamos en el norte de América, donde apenas quedan zombis. Durante los años anteriores, cuando aún vivíamos en la antigua Yanna y Los Tres Grandes no estaban presentes para darnos problemas, Rachel mandaba a su ejército a acabar con zombis, entre otras cosas. Es algo que veníamos haciendo desde antes pero no con la intención de exterminarlos de una vez por todas. Por eso aún quedan muchos, muchísimos zombis que matar.

Somos cuarenta y ocho jinetes, montados a caballo, con armas y con nuestros dones. Zero, Zeta, Zombi y yo damos la señal y nos separamos por la ciudad invadida. Esta vez los zombis no gimen, los tres jinetes que pueden acallar sus gemidos han hecho que un aterrador silencio inunde la zona. Un silencio al que ninguno está acostumbrado en presencia de los zombis. En cada grupito, hay alguno que pueden controlar a corredores o a los lentos o los que pueden hacerse invisibles a estos, como si fueran uno de ellos. Estos últimos viajan en solitario. Otros zombis se paralizan y nos permiten destruirlos sin problemas. Algunos empiezan a convulsionarse y se quedan así largo rato hasta que mueren. Otros ralentizan sus pasos. Otros pierden el sentido del oído y dejan de guiarse por su instinto, lo que nos permiten pasar desapercibidos. Otros dejan de tener hambre, simplemente, volviéndose inofensivos. Otros más salen ardiendo. Otros se suicidan. Y así por todos lados, jinetes ejerciendo sus dones sobre los lentos y los corredores. De esta manera, en menos tiempo del que esperaba, la ciudad queda sumida en un mar de cadáveres. La última manada que quedaba, unos doscientos zombis agrupados, explotaron, literalmente. Fue Kian, quien sino, el que consiguió tal hazaña.

Y me dolió, me duele. Me duelen sus muertes. Pero lo aguanto. Lo sobrellevo como puedo. Zero también parece algo afectado y otros jinetes que son capaces de manipular a los zombis también pero a ninguno de ellos tanto como a mí. Estoy destinado a sufrir, a sufrir todas sus muertes.

Volvemos a Yanna con buenas noticias, el entrenamiento ha ido bien, así que en unos días partiremos junto a tropas del ejército. Los jinetes se separarán en grupos, acompañados de los soldados armados. Nos repartiremos por el mundo entero. Y acabaremos con los últimos zombis. No quiero. No quiero.

Antes de que llegue el primer día de trabajo, de sufrimiento, parto hacia Florida, hacia La Cruzada. Una vez allí me encuentro con mi hija y mi mujer. Las abrazo cariñosamente a ambas. Luego saludo a K y a algún que otro híbrido que me voy encontrando. Todos ellos son mi familia.

Mi hija, Alex, dirige este sitio junto a K, el híbrido más antiguo de todos. Estoy encantado de que mi hija comparta mi visión hacia los híbridos y que los adore tanto como ellos a ella. Pero me preocupa que deje de pasar tiempo con los humanos, los de su especie. Es la única humana entre ellos. De todas formas, es su elección. Y estoy muy, muy orgulloso de ella. Y de la mujer en la que se ha convertido.

Hacía tiempo que venía notando algo raro, algo fuera de lo normal. Alex trataba a todos los híbridos con especial admiración pero K se llevaba lo mejor de ella, era como su favorito. Solo que había llegado a la conclusión de que no solo se trataba de que fuera su preferido.

- Vengo a despedirme- le digo a Alex cuando por fin nos quedamos solos, caminando por un hermoso jardín que ella y los híbridos cuidan.

- ¿A despedirte?- me pregunta algo extrañada-. ¿No vas a venir más?

- Sí, pero ya no voy a poder pasarme tan seguido como hasta ahora- le explico.

- ¿Ha llegado el momento?- me pregunta mi hija, que está al tanto del entrenamiento de los inmunes para un único y claro objetivo.

Apocalipsis Zeta - Parte 7: La última amenazaWhere stories live. Discover now