ABADÓN

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"Vuélvete loco. Lo necesitas. Tan sólo tú podrás empezarlo todo."

- No, no, no- murmuro una y otra vez.

Vago, sin rumbo, por Yanna, que poco a poco vuelve a estar más limpia. Limpia de cadáveres, de sangre, de sesos, de dolor, de muertes. Pero apena presto atención a nada de lo que pasa a mi alrededor. No puedo.

"Te están buscando. Corre. Escóndete."

No puedo pararlo. Ya no. Se ha descontrolado. Y la voz del hombre malo se repite sin parar, sin avisar, sobresaltándome cada vez que su tono grave invade mi mente.

Estoy loco, estoy loco. No paro de repetirme que estoy loco, que esa voz en mi mente es producto de mi locura, pero él no para de rebatirme.

"No estás loco. Lo sabes muy bien. Sabes muy bien que estoy aquí, que soy real. Que soy tú y tú eres yo."

Y, en el fondo, lo sé, sé que tiene razón. Siempre acabo por creérmelo. Ha sido así desde que tengo uso de razón. Hasta que me uní al pelotón 166, hasta que Alex, mi hermana, entró a mi vida como nunca antes. Durante todo ese tiempo... la voz disminuyó, prácticamente desapareció. Y estuve tan tranquilo... Pero ahora... ellos ya no están... no están ahí para acallar mi voz. Y es más intensa que nunca. Más controladora. Más mortal.

"Siempre tengo razón, lo sabes. Lo sabes muy bien. No estás loco, amigo. Tienes un don. Soy tu don. Te digo qué hacer, me preocupo por ti, más que nadie. Procuro que salgas ganando, que no sufras."

- ¡No!- grito de repente, parándome en seco (no sé en que momento he empezado a correr como un loco, internándome en los bosques de Yanna)-. ¡No eres bueno! ¡Tus palabras... me haces daño con tus palabras! ¡No te preocupas por mí, solo me usas! ¡Me usas para tus malévolos planes! ¡He matado a gente, gente inocente, por tu maldita culpa! ¡Solo eres un parásito!

"Sí, te he hecho cometer actos terribles desde que eras pequeño. Pero sólo ha sido para fortalecerte, para prepararte, para que, hoy en día, seas el luchador que eres, valiente y fuerte. Si no hubiera hecho aparición en tu vida, si no te hubiera hecho sentir que no pertenecías a ningún lugar y todos te repudiaban, solo serías el típico niño mimado de mamá, no te habrías unido al ejército, no te habrías entrenado, y tampoco lo habría hecho ella... no habrías conocido a tu pelotón."

- ¡Cállate!- grito golpeándome en la cabeza, arrodillado en el suelo, con lágrimas en el rostro y una agonía tan profunda que provoca que todo el cuerpo me duela-. ¡No hables de ella! ¡No tienes derecho!

"También es mi hermana."

- ¡No! ¡No es nada tuya!" 

 "Están cerca, debes correr ."

- ¡No voy a escucharte! ¡No voy a hacerte caso nunca más! ¡Ya lo hice una vez y no volveré a hacerlo!

"Ya no te queda nadie que pueda conseguir callarme."

Y, para no seguir escuchándolo, grito, grito a todo pulmón.

Noto que algo me pincha, algo que empieza a acallar mis gritos, algo que empieza a adormilarme. Antes de caer veo la cara de los dos soldados que me han sedado y escucho el susurro del hombre malo.

"Te avisé. Te han atrapado."

Cuando despierto, estoy atado de manos y pies en una silla. Intento debatirme pero solo consigo cansarme más, aún más de lo que ya lo estaba.

Antes mí se encuentra la imponente Azula, la científica que mayores logros y prestigio ha adquirido en toda Nueva América.

- Buenas, Abadón- me saluda con una sonrisa medio amable y seductora bajo sus gafas.

Apocalipsis Zeta - Parte 7: La última amenazaHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin