2- Placer y dolor

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― Hey, campeón...

Emiliano levantó la vista hacia Damián, quien se ubicó a su lado.

― Te levantas demasiado temprano.

― Duermo casi todo el tiempo. Resulta lógico que me despierte temprano, ¿no te parece?

Las playas de Ituzaingó en Corrientes no tenían la vida que pregonaban en verano, sin embargo, la belleza y la calma eran inigualables.
Emiliano había pasado sus primeros años de infancia allí. Aún resonaba en su mente el sonido del golpe de la pelota de fútbol mientras jugaban. El sol alto en las siestas de verano junto a Gerónimo y Damián. La ciudad era maravillosa. Quince kilómetros de playa de arena blanca y clima húmedo, repleto de turistas en verano. Corretearse y caer en la arena al tiempo que su primo iba atrás de él.

Esa vida era invaluable, y daría todo lo que tenía para regresar a ese instante y disfrutarlo una vez más...

― Es lindo volver.

Emiliano asintió sin despegar la vista del paisaje con las manos en su regazo.

― ¿Te sientes mejor?

― Al menos, ya no me cago encima, eso es un avance ¿verdad?

Damián enmudeció, cada vez que Emiliano abría la boca lanzaba veneno y dolor. Llevaba semanas de rehabilitación y, si bien la movilidad en las piernas era casi nula, había logrado que algunos músculos volvieran a funcionar.

― Emi, esto no será eterno.

― Has escuchado a Ariel.

― Sí, dijo que nunca volverías a sentir nada y tú lo has dicho. Ya controlas el esfínter...

― Soy todo un hombre de nuevo — agregó con ironía.

― No digo eso, sin embargo, pienso que no deberías desmerecer tus logros. Pasaste de estar en coma a sentarte en una silla de ruedas y hablar sin problemas a pesar de las lesiones que todos dijeron que te quedarían en el cerebro. Emi, has desafiado cada puto diagnóstico médico, perdóname por concentrarme en el vaso medio lleno y no medio vacío.

Un silencio los envolvió de nuevo, los labios de Emiliano en línea recta, haciendo oídos sordos a cada palabra de su primo.

― ¿Has desayunado?

― No tengo hambre.

― Ya hemos hablado de esto.

― Damián...no eres mi padre, ya basta.

― No puedes dejarlos ganar.

El rubio se cubrió la cara con una mano y dio una risa socarrona.

― ¿Es que no te das cuenta hombre? ¡Ya ganaron! Estoy aquí, en medio de la nada sin poder dar un puto paso ¿Tienes idea de lo mucho que anhelo bañarme solo? ¿Dormir de noche sin despertarme todo el tiempo? ¿Descansar sin tener que ver sus malditas caras?

ESTEROS S.B.O Libro 8 (Romance gay +18)Where stories live. Discover now