20- Premoniciones

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El calor y el sudor de Mike sobre su cuerpo se sentía tan bien

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El calor y el sudor de Mike sobre su cuerpo se sentía tan bien. Emiliano acarició esos brazos que lo cobijaban logrando que su amante se removiera un poco entre las sábanas.

Se enfocó en el reloj de la mesa de noche, era pasada la una de la tarde. Pestañeó varias veces, ¿los chicos habían regresado? ¿por qué no lo habían hablado para almorzar?, o tal vez sí lo habían hecho y no los habían escuchado.

Estaba cansado, después de la sesión de rehabilitación con Ariel jamás esperó aguantar una sesión de sexo con Michael. Sin embargo, lo había logrado y estaba muy satisfecho con su performance, dada las circunstancias, claro estaba.

Estaba de espaldas sobre el colchón, Mike había rodeado su torso con su brazo musculoso y su pierna derecha estaba sobre las suyas. Su respiración era calma, Emiliano acarició con su nariz la del hombre para luego dejar un beso en sus labios.

― ¿Ya despertaste?

― Se supone que a esta hora la gente ya está levantada.

― No todos tienen la suerte de nosotros.

Lo apretó más, comprimiendo su cuerpo para luego, abrir los ojos lentamente.

― Eres tan bello...

Emi tragó saliva y llevó su mano a la mejilla del sudafricano, respondiendo tácitamente ese halago, algo que todavía le parecía poco creíble dada su pésima apariencia.

― Tú también lo eres, Michael.

― Deja de decir tonterías.

― No lo son, eres muy guapo...

Mike dio un gran suspiro y aceptó el cumplido.

― Ya es tarde, deberíamos comer algo...

― No tengo hambre.

― Estás muy delgado, y necesitas fuerzas, lo sabes mejor que yo, tú eres el médico aquí.

― Ya, para con los consejos, tengo a montones. Recuerda que vivo con Damián Blake, quiero otras cosas de ti ahora.

La mano traviesa fue hacia la virilidad de Mike quien se contrajo y dio un pequeño gemido.

― Tienes las manos heladas...

― Lo lamento, tendré que buscar la forma de calentarlas.

Michael sonrió y se lanzó sobre los labios con un deseo enfermizo que lo consumía todo. Emiliano había vuelto a ser él mismo. El brillo y la sensualidad que emanaban en cada porción de su cuerpo. La forma en que hablaba, el modo en el que lo tocaba buscando hacerlo suyo.

El rubio se separó de esos labios y obtuvo un quejido como respuesta, se sentó en la cama y ayudado con sus manos llevó su cuerpo hasta el respaldo de la cama en donde descansó su espalda.

ESTEROS S.B.O Libro 8 (Romance gay +18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora