― Di que eres mío.
― Tú primero...
La conversación llegó a su cabeza mientras Mike observaba las fotos que revelaban el dolor y la tragedia en la que había caído Emiliano Blake.
Mike había sido tan culpable como Eros, su amante de toda la vida. Lo...
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"No seas una puta, Blake, no cedas tan fácil".
Damián cerró los ojos y se lo repitió una y otra vez, pero, es como si su cerebro y su cuerpo vivieran en una realidad paralela, enredó su mano en el cabello negro de Martin mientras este se encontraba de rodillas en el vestidor trabajando sobre su hombría.
Estaba perdido, siempre lo había estado, sin embargo...
"La foto, Damián, la foto".
Volvió en sí y separó a Martin de su pene, tomándolo de los brazos para que se pusiera de pie. No estaba allí por sexo, había llegado para cerrar una puerta, alejarse de ese hombre que lo había despedazado y que, por algún retorcido motivo, ¿ahora lo quería de vuelta? ¿para qué?
― No, he venido a buscar mis cosas, es todo.
Guardó su miembro todavía erecto en sus pantalones. Su exnovio se limpiaba la boca y la mandíbula.
― Damián...
― Dame el anillo, es mío, no me obligues a quitártelo.
Martin se alejó y le dio una sonrisa, mostrándole el dedo anular. Damián lo sujetó del brazo con fuerza. Fue cuando el sudafricano palideció, el médico no estaba cediendo.
― ¿Por qué haría eso? Es mi anillo, tú me lo ibas a dar...
― Saliste... muy bien en la revista, siempre has sido muy fotogénico.
Martin se quedó estático y tragó saliva, ¿qué iba a explicar en esa situación?
― ¿Bastián te contó?
― Vi la revista en el hotel, sales en primera plana con una hermosa mujer.
Las mejillas de Martin se tornaron rojizas. Damián aprovechó la oportunidad para agarrar su mano, haciendo resbalar la pieza metálica de su dedo.
― Esa carta... la escribí con todo lo que tenía, porque, te amo Martin... Soy así, sin importar las veces que me lastimes o que sientas que te hiero. Se la escribí a ese hombre que ansiaba que fuera mi esposo, un hombre que se esfumó.
El empresario negó una y otra vez, sujetándose de los musculosos brazos que buscaban zafarse del agarre.
― No pasó nada con ella, te lo juro....
― Dime la verdad.
― ¿Qué?
― ¿Hasta dónde llegaste con ella?
Martin observó hacia un costado y Damián lo sostuvo del mentón y lo hizo reparar en él.
