― Di que eres mío.
― Tú primero...
La conversación llegó a su cabeza mientras Mike observaba las fotos que revelaban el dolor y la tragedia en la que había caído Emiliano Blake.
Mike había sido tan culpable como Eros, su amante de toda la vida. Lo...
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Dos semanas después...
"Eres la belleza en la oscuridad, más allá de las sombras, más allá de la de la vida y la muerte. Eres mi todo".
Mike leyó el posteo que Hamed le había realizado una semana antes a Niek en Facebook. Había anotado la frase en el celular porque jamás tendría ese talento para demostrar con palabras todo lo que el Dr. Blake generaba en su cuerpo.
Sin embargo, estaba seguro de una cosa. Lo amaba con el alma. Observó las noticias mientras se tomaba un café en el aeropuerto. "El incendio, según las primeras pericias, se debió a una pérdida de gas en la casa. Hasta el momento hay 3 víctimas fatales. El punto donde todo comenzó fue en la cocina de la mansión". Bebió del café sin inmutarse y volvió a enfocarse en la frase.
Dios, jamás había tenido tanto miedo al rechazo como ahora. Las manos suaves sobre su pecho, el dedo índice delineando cada músculo de su cuerpo magro e impresionante.
"Eres hermoso Mike... demasiado".
Y era en esos instantes en los cuales Michael apenas tenía la fuerza para controlar la ira que lo invadía. No sólo con los malditos que habían destruido a su amante, sino con él mismo.
No había sido fácil encontrar a los Blake, sin embargo, Michael agradeció conservar los contactos de su antigua vida y tener amigos como Dominic Callum.
― Esto te va a costar Mike, ¿eres consciente de eso?
― Dom, sólo averíguame donde se encuentra, es todo lo que necesito.
― Llamaré a Brandon esta tarde, no creo que necesite mucho más tiempo para localizar una persona, digo, hay huellas electrónicas de ellos por donde pasan... Tendrás la información lo antes posible, ¿puedo hacerte una pregunta?
― Dime...
― ¿Qué harás con Jan de Bóer?
― Créeme, no quieres saberlo...
Mike sacó de su bolsillo la foto que se tomó junto a Emiliano en Sauvage. Emiliano reía, él le mordía el lóbulo de la oreja y lo sujetaba con fuerza de la estrecha cintura.
No tenía mucho qué hacer, ya sabía dónde se encontraba. Debía llegar al litoral argentino, a la casa que habían rentado y...
Se estremeció ante la posibilidad del "no", que era lo seguro. Él era un hombre de probabilidades, su disciplina militar le había dado unas cuantas herramientas para desenvolverse en la vida. Entonces, si analizaba el problema debería ser muy sincero y admitir que estaba jodido.
Una en un millón, esa era la probabilidad de volver a estar cerca de Emiliano, de intercambiar un par de palabras con él antes de que Damián y Martin le patearan el trasero.
