― Di que eres mío.
― Tú primero...
La conversación llegó a su cabeza mientras Mike observaba las fotos que revelaban el dolor y la tragedia en la que había caído Emiliano Blake.
Mike había sido tan culpable como Eros, su amante de toda la vida. Lo...
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― Dile que se vaya...
Emiliano luchó con la fuerza que, pese a todo el dolor, lo hacía querer arrastrarse hasta su amado y besarlo como si no hubiera un mañana.
― Ya le he dicho, no se va...
― ¿Qué es esto?
Los nudillos de la mano derecha estaban rojos, al igual que un costado de su rostro.
― Tuvimos... un fuerte intercambio de opiniones.
― Dami...ese imbécil está entrenado para golpear a la gente, podría haberte lastimado.
― ¿Más de lo que lo ya estamos Emi?
― No — respondió, hundiendo las dudas de su mente y su corazón —. Ya no nos lastimará más.
El rubio tomó la mano del médico y la oprimió contra su pecho.
― ¿Qué quiere de mí?
― No lo sé, pero, ten en cuenta que no estás obligado a nada. Él pudo tenerte y perdió su oportunidad.
― ¿En serio piensas que viene por mi amor?
Emiliano le dio una sonrisa que buscaba apaciguar el dolor en su cara.
― Está claro que viene por ti, la determinación, la forma en que me enfrentó.
― ¿Lo has dejado ingresar?
― Claro que no. Está afuera...esperándote...
― ¿Ariel ya se fue?
― No...de hecho, le dijo algo que lo hizo volverse loco, por eso tuve que irme a los golpes con él.
― ¿Qué pasó?
― Ariel le dijo que era tu novio...
― ¿Qué? —. Emiliano negó frunciendo el ceño — ¿está mal de la cabeza?
― Cuando supo quién era, fue algo instintivo, aun así, no tuvo el efecto deseado.
― No te preocupes, yo lo arreglaré. Ayúdame a vestirme...
Se peinó el escaso cabello y se colocó una camiseta y un pantalón de gimnasia. No tenía alternativa, debía salir allí y ver nuevamente a su verdugo. Conocía a Mike, era perseverante, y, si había dicho que se quedaría ahí, lo haría...
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― Esto debe ser una broma, una pésima broma...
Estoy cruzado de brazos, con el labio inferior sangrante debido al idiota de Damián Blake. Mierda, estaba claro que ese montón de músculos no estaban de adorno luego de ver su destreza.
Martin ha ingresado a la casa y este bastardo que se cree dueño del mundo no me quita los ojos de encima.
― ¿Qué miras? — le pregunto asqueado de su escrutinio.
