― Di que eres mío.
― Tú primero...
La conversación llegó a su cabeza mientras Mike observaba las fotos que revelaban el dolor y la tragedia en la que había caído Emiliano Blake.
Mike había sido tan culpable como Eros, su amante de toda la vida. Lo...
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Cameron esperó a Dominic en los pasillos una vez que la charla con Martin había terminado. Dom iba a pasar a su lado y el muchacho le cortó el paso.
― ¿Algún problema Sr. Joyce?
― ¿Es una broma?, ¿no vas a necesitar de Adam o de mí?
Dominic sonrió mientras lo hizo moverse para seguir caminando por el pasillo. Cam lo siguió.
― Tal vez de Adam, aunque, con seguridad, tu función ya está terminada...
Cam se quedó estático y vio como el hombre se alejaba, se suponía que el plan era bueno, debería estar de rodillas, a sus pies y ahora, simplemente, lo ignoraba. No se lo iba a permitir, él ya no era el chico tonto e inocente y Dom no se le escaparía esta vez.
― ¿Qué hay sobre mi testimonio?
Cam se cruzó de brazos y le dio una sonrisa ladeada.
― Tú no trabajabas en ese momento, me limitaré a decir eso en el informe.
― Acabo de lograr recuperar parte de la información perdida del sistema de facturación e impuestos anterior, ¿en serio crees que no me necesitas?
Dominic se detuvo y giró sobre sus talones de nuevo hacia él. El enojo contenido saliendo a la luz.
― ¿Qué carajo pretendes?, ya está bien, dejaste en claro que no quieres nada conmigo, no voy a perseguirte, tampoco incomodarte con reuniones constantes en donde tengamos que soportarnos...
― Eres tan considerado — agregó el abogado, haciendo una mueca de ironía.
― Vete a la mierda...
El abogado intentó alejarse de nuevo. Cameron lo sostuvo del saco.
― ¿Dónde vas?
― ¿No es obvio?, a mi oficina en el Bufete, tengo toneladas de trabajo.
― Ven a la mía primero, debo mostrarte algo...
― ¿Qué cosa?
― Es importante, ¿me sigues?
Dominic frunció el ceño sin tener más alternativa que seguirlo. Una vez que ingresaron Cameron puso el seguro en la puerta.
― ¿Qué estás haciendo?
Los ojos de Cam vagaron por la maravillosa estructura frente a él, enredando por enésima vez la lengua en su piercing del labio inferior.
― Ya, deja de estar molesto, fue una broma...
― No voy a hablar de esto...
― ¿No vas a darme una oportunidad?
― ¿Por qué lo haría? — preguntó, dolido — ¿Tú me la diste acaso?
