― Di que eres mío.
― Tú primero...
La conversación llegó a su cabeza mientras Mike observaba las fotos que revelaban el dolor y la tragedia en la que había caído Emiliano Blake.
Mike había sido tan culpable como Eros, su amante de toda la vida. Lo...
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― Vamos, quédate a cenar conmigo...
― No, Emi, comparte esto con tu familia ahora... mañana estaré aquí para desayunar.
Mike ayudó a Emiliano a ubicarse en la silla.
― ¿Lo prometes?
― Ya te dije que sí, vendré y estaré contigo en la rehabilitación...
― Bésame...
Se acercó y volvió a atrapar su boca sin prestar atención a los ojos curiosos que los observaban a través de la ventana.
― Creo que tenemos compañía...
Martin y Damián se escondieron al ser descubiertos.
― Esos metiches...
Emiliano le dio una sonrisa de esas que hacían al corazón de Mike hincharse de afecto.
― Nos vemos mañana, te amo...
Emiliano había esperado tanto tiempo esas palabras, que se sentía incapaz de dejarlo marchar esa noche. Tenía miedo de que todo esto se desvaneciera, que volviera a desaparecer, que ocurriera algo que los apartara y esta vez, fuera para siempre. No, si eso pasara, no lo resistiría.
― Yo también te amo...
Pronunció con su garganta sosteniendo el llanto y la emoción.
― Di que eres mío, Mike.
― Lo soy, tuyo, siempre...
Michael se alejó de Emi y volvió al vehículo, observó a Emi en su silla una vez que se puso en movimiento a través del espejo retrovisor.
Dios, ¿podía sentirse más feliz?
Emiliano no ingresó a la casa hasta que Mike se perdió en el horizonte, acarició sus labios hinchados y sonrió, los chupó tomando el sabor de Mike, lo que había quedado de él en su piel.
Ingresó a la casa mientras Damián y Martin se encontraban en la cocina preparando la cena.
― ¡Hola! ¿todo bien?
― Martin, eres patético fingiendo, los vi a ambos pegados a la ventana como moscas...
― ¿Eso es un chupetón?
Indagó el moreno con burla, haciendo a Damián reír y a Emiliano mostrarle el dedo medio.
― Ese no es tu problema... —. Emiliano se acomodó la camiseta — ¿Los chicos están en la sala?
― Sí, están en un debate muy interesante, es más, Damián y yo decidimos venir a la cocina para no reírnos de la sarta de estupideces que Gerónimo y Kellan están diciendo.
