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[ 💜 Magnus ]

Después de mi problema existencial en la madrugada y de haber tenido sexo con Alexander, regresé a dormir tranquilamente y sin ningún problema, despertando horas después.

Empecé mi día como siempre, hice lo que tenía que hacer, y me preparé para ir a inspeccionar como van las cosas en el trabajo.

Luisa, mi amable empleada me dió la bienvenida, explicándome lo que había pasado en estos meses de ausencia, afortunadamente la librería se mantuvo como siempre y no paso nada interesante. Le agradecí por hacerse cargo de todo en esté tiempo, prometiendole un aumento de sueldo.

Ella se alegro bastante, tanto que me desesperé un poco y permití que se fuera a casa temprano.

Atendí por una horas la librería, hasta que dieron las cuatro, cerré dejando perfectamente acomodado y conduje hasta el trabajo de Alexander. Yo prometí ir a saludarlo de vez en cuando.

Nuevamente me recibieron de buena manera, y está vez sí encontré a mi esposo en su oficina.

-Hola, bombón -saludé alegremente -. ¿Ya comiste? -pregunté, tomando asiento en el enorme sillón que adorna su oficina.

-Hola, no he comido -contestó adusto.

Fruncí un poco el ceño, sintiéndome un poco mal por su tono tan hostil. Lo observé, entonces lo entendí. El suspiró cansado llevando ambas manos al cabello, viéndose completamente estresado. Me levanté de mi asiento y camine hasta donde estaba, posicionándome detrás, dándole suaves mimos intentando calmarlo.

Después de unos minutos, sin detener mis movimientos y guardar silencio, sentí como poco a poco se relajaba.

-Gracias por estar aquí -hablo soñoliento.

-Volvamos a casa, necesitas descansar.

Negó moviendo la cabeza. -No. Todo lo que necesito está aquí conmigo -giró su silla y en un movimiento rápido me sentó en su regazo -. Justo aquí -me acurrucó contra él.

Suspiré tranquilo, cerrando los ojos, sintiendo mi corazón latir desembocado. Amando completamente la tranquilidad que me da con solo un abrazo.

-He estado pensando.. -hablé después de muchos minutos, rompiendo el silencio cómodo que habíamos formado -. Bueno, hablando con mi psicólogo él me menciono la probabilidad de retomar mis estudios.


Alexander me observo con atención. -¿Volver a la escuela? -preguntó, moví la cabeza -. ¿Tú quieres hacerlo?

Me encogí de hombros, jugando con mis manos. -Jamás pensé en eso, no hasta ahora, pero no suena demasiado mal. Terminé el bachillerato, puedo ingresar a una universidad sin problema. ¿Tú qué opinas?

-Sí eso quieres, puedes hacerlo, no es necesario escuchar mi opinión. Sempre apoyaré lo que hagas.

-Por supuesto que es necesario, aunque no detone mi decisión, me es importante saber lo que piensas.

-Bueno, me parece que es una grandiosa idea. Tu psicólogo no se equivoca. Puedes volver a retomar tus estudios. Y sí deseas, puedo conseguirte un lugar en una exelente universidad.

Reí, negando. -No es necesario, yo buscaré una. Muchas gracias -dejé un beso cálido en sus labios.

-No es nada. Estoy contento de que estés pensando en tí y en tu futuro. Espero que yo esté incluído y no me cambies por un adolescente musculoso.

Reí. -No sería capaz de cambiarte, eres todo lo que me gusta: alto, millonario, caballeroso, inteligente, con dinero, de buen cuerpo, ojo azul, propietario de miles de dólares, tienes un buen corazón, divertido, comprensivo, y haces el amor de maravilla.

-¿Estás dejando en claro tu interés por mi dinero? -cuestionó.

-No, por supuesto que no. ¿De dónde sacas eso? -me burle.

-Si no tuviera dinero, no estarías casado conmigo, ¿verdad?

-Verdad.

-¡Oye! -se quejó, picandome la costilla con uno de sus dedos -. Soy más que dinero.

-Lo sé, pero conoces la historia -me encogí de hombros.

-¿Tú me amas?

-Te amo.

-¿Aunque no tuviera dinero?

-Te amé, cuando eras un hijo de puta, por supuesto que te amaré de cualquier manera.

-Gracias.

-¿Por qué?

-Por amarme. Hubo un momento en mi vida en el que piense que jamás llegaría a tener esto que tenemos, nunca imaginé que una persona llegará amarme, no como quería. Y que suerte que lo encontré contigo. ¿Quién diría que aquello que tanto deseas, puede estar enfrente de ti? Tú siempre estuviste ahí, y yo nunca me di cuenta. Gracias por esperarme. Gracias por aceptar ese contrato.

-No debes agradecerme. No hagamos ésto tuyo, Alexander, porqué ya le dije a mi psicólogo que amarte es cosa mía. Te amo por elección, no por ese contrato. Yo me enamoré de tí, mucho antes de que algo como casarse a lo desgraciado pasará por nuestras cabezas.

-También te amo, más de lo que las palabras pueden decir o las acciones pueden exponer.

Dejé nuevamente un beso, con mucha más intensidad.

-Bueno.. -hable al separarnos -. Vayamos a comer, que muero de hambre.

-¿Y sí mejor nos comemos entre nosotros?

-Órale, estoy de acuerdo -sin pensarlo demasiado, me acomode a horcajadas en él -. Nadie entra aquí, ¿verdad?

Negó.

Entonces, empezamos con un beso fogoso lleno de intensidad, creando un guerra entre nuestras lenguas.

Demasiado rápido.

Gemí al momento que Alexander movió su cadera, simulando una fuerte embestida. Mordí su labio, sacando un suspiro de su parte.

Cole una de mis manos entre aquel pantalón que llevaba puesto, sacando su miembro totalmente erecto.

Me levanté un poco bajando mi pantalón con habilidad, quedando desnudo, moje con saliva mis dedos para estimularme y masturbar a Alexander.

Permití que su miembro se adentrara con suma dilación en mi interior, mientras me brindaba caricias por todo el cuerpo. Solté un quejido y maldije en voz baja. Se sentía tan bien.

Mandando al carajo la poca cordura que aún conservaba, me dejé caer de manera brusca, llenándome en una sola estocada, provocando un sonoro gemido en ambos.

Empecé a moverme, tomando el absoluto control: besando su cuello, dejando algunas marcas sin llegar a lastimar. Sintiéndome desesperado. Quería más, necesitaba más.

Monté con velocidad, dando saltos. Alexander me sujetaba de la cintura, permitiéndome dominar por completo.

-Demonios, Magnus -gimió de manera ronca, dándome una fuerte nalgada -Debería dejarte montar mi pene más seguido, minino -hablo extasiado.

Descanse mi espalda en la orilla del escritorio, mientras me dedicaba a mover mis caderas bruscamente, disfrutando de los jadeos y gemidos bajos que intentabamos contener, para no ser escuchados por los empleados.

-¿Te gusta, bebé? -murmuré sobre sus labios.

-Me encanta.

Seguimos así por unos minutos más, hasta llegar al orgasmo. No quedamos quietos por unos minutos, recuperando la respiración.

-Ahora sí vayamos a comer comida.

-¿Comida china?

-Comida china.

[...]

alguien como tú ¡! malec [TERMINADA]حيث تعيش القصص. اكتشف الآن